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Columna
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Canallas

Recuerden los socialistas, esfuércense por hacer algo útil con su memoria histórica

Félix de Azúa
Un hombre lleva en brazos el cadáver de un niño en Siria.
Un hombre lleva en brazos el cadáver de un niño en Siria. AMMAR ABDULLAH / REUTERS

Hace pocos días la opinión pública se estremecía al conocer el ataque químico sobre Jan Sheijun, ordenado por Bachar el Asad. Los noticiarios resaltaban, sobre todo, la muerte de 30 niños. ¿Sentimentalismo? Sin duda. Igual espanto produce pensar en sus padres muertos. Sin embargo, hay algo insoportable en el sacrificio infantil. Es lo que helaba la sangre en la fotografía de aquella criatura muerta, de rodillas, en una playa mediterránea. No es sólo su fragilidad y su indefensión, es también que esos niños no han hecho mal alguno y ni siquiera saben lo que es el mal. Hay algo profundamente podrido en el cerebro de los asesinos de niños.

Durante esos días también vimos a los etarras tratando de sacar beneficios a la entrega de unas armas. Ese teatro oculta que no darán las armas peligrosas y, sobre todo, que quieren mantenerse vivos en la sociedad vasca. Por supuesto siempre hay un santo varón del PNV con un pedazo de bandera para enjugar las manchas de sangre. Como era de esperar también les adulaban los de Ahora Voy o A veces Puedo. Lo insensato es que, en el grupito, había una moza del partido socialista vasco muy sonriente. ¿Por qué estaba allí? ¿Por vasca?

Recuerden los socialistas, esfuércense por hacer algo útil con su memoria histórica. Porque es cruel olvidar los cuerpos desmadejados de las cinco niñas asesinadas por un puñado de vascos en Zaragoza o los cinco niños asesinados en Vic. Hasta 22 niños han sido liquidados por los patriotas vascos. Casi alcanzan al carnicero sirio. Estos son los muertos, pero hay además otros 60 niños heridos. Algunos tan dañados como Madina, quien, en una reciente entrevista, limpiaba servilmente la sangre de las manos de otro vasco.

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¿Qué hacéis bailando con esa gentuza, socialistas?

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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