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Pioneras de la cultura y olvidadas La sala Berlanga dedica un ciclo de documentales a varias mujeres que hicieron avanzar la sociedad española. Recordamos otros nombres que, a pesar de sus méritos, cayeron en el olvido. Josefina Castellví nació poco antes de que estallara la Guerra Civil. En 1984 viajó a la Antártida, fue la primera oceanógrafa española en hacerlo, y propició el asentamiento de una base allí para la investigación. A Joana Biarnés (Tarrasa, 1935) se la considera precursora del reporterismo gráfico. Su padre fue fotógrafo y ella aprendió con él, antes de foguearse en los fundamentos del periodismo. Una vez, un árbitro paró un partido de fútbol para intentar evitar que ella, una mujer, sacara las fotos del partido. A María Moliner (Madrid, 1900-1981) en 1952 su hijo le trajo un libro para aprender inglés de un viaje a París que cautivó su atención. El diccionario de la RAE presentaba deficiencias, así que elaboró el suyo: el Diccionario de Uso del Español, que en cuanto publicó Gredos en 1966 fue imprescindible y al que la Academia ha tenido que imitar en tantos supuestos. Con la exhibición hasta el 31 de marzo de documentales dedicados a estas tres mujeres, adalides de los logros en ciencia y cultura —y de la desatención o los olvidos en que cayeron—, la sala Berlanga de la Fundación SGAE quiere reivindicar la figura de las pioneras, reconocer el papel que jugaron no solo en la conquista de sus propios derechos sino en el avance de la sociedad. En la imagen, María Moliner trabajando en su diccionario en casa. Como Cecilia Böhl de Faber, como tantas otras escritoras, firmó con nombre de hombre: Víctor Catalá. Era hija de una familia de terratenientes y desde los 14 años comenzó a pintar y a escribir, disciplina en la que se expresó en catalán. Su novela más conocida es 'Solitud' (1905) que aúna naturalismo y lírica modernista, aunque también se recuperaron, incluso como lecturas escolares, antologías como 'Drames rurals' (1902). En sus textos refleja la lucha de la mujer en su entorno social. Recibió el premio Fastenrath en 1909 y traducida a varios idiomas. 'La escritura y el carácter' fue el libro que le valió a Jules Crépieux-Jamin ser considerado el padre de la grafología francesa. Matilde Ras tuvo acceso a él y en 1917, llevada por su curiosidad, publicó su propio tratado, 'Grafología. Estudio del carácter por la escritura'. Se marcha a París becada y allí obtiene un diploma. Gracias a su enorme labor divulgativa se la tiene por la verdadera introductora de la grafología clásica francesa en España, Portugal e Hispanoamérica. Sus análisis eran requeridos en periódicos (ABC, Heraldo de Madrid, Blanco y Negro, Estampa...) y también es quien se encarga de formalizar la definición de en qué consiste esa disciplina en la Enciclopedia Espasa-Calpe. Desde 1917 hasta su jubilación mantuvo un consultorio en Madrid y, como conferenciante, rodó por medio mundo. Además, fue traductora de la obra de Charles Perrault, los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen y una experta reconocida en el análisis del Quijote. Mantuvo correspondencia epistolar durante seis décadas, de 1904 y 1964,con Caterina Albert i Paradís, Víctor Català.