Pequeñas cosas

"Cómo ser feliz" es una búsqueda recurrente en Google. Hay quien tiene un plan, y luego está la vida, con sus sorpresas, sus prisas, sus hostias y sus rutinas.

Solemos decir que lo tienen más fácil los que duermen en palacios y mansiones, los hijos o sobrinos de que nacen con millones bajo el brazo. Nadie negará que la estabilidad laboral —casi un lujo— o la tranquilidad financiera reducen el estrés. Pero parece que a todo se acostumbra uno, incluso al palacete, al yate o al cochazo. Teniendo dinero para gastar, según los psicólogos que investigan qué nos hace felices, funciona mejor invertir en experiencias que acumular objetos.

Me cruzo en Twitter con una pregunta sobre el momento más hermoso del día que el periodista Alberto Sicilia lanza muchas noches a sus seguidores desde @pmarsupia. Devoro el torrente de respuestas de desconocidos. Un hombre celebra que su pareja termine la quimio; una mujer, un diagnóstico favorable. Son palabras mayores. También una visita sorpresa o plantar un limonero. Un atardecer rosado tras pasear con los perros o una mundana pizza recién salida del horno. Leer en la cama o disfrutar una copa de vino tinto. Padres que dan gracias por reír a carcajadas con sus niños e hijos adultos que agradecen tener padres a los que cuidar. “La pregunta de mi hija al ver un camión de cerdos. ¿Cómo los cazan, mamá?”. “El beso que me ha dado mi madre después de ayudarla a vestirse”. Quizás solo se trata de poner atención para disfrutar esas pequeñas grandes cosas. Casi nada.