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Una pistola en cada mano

Javier Arcenillas

No son de juguete. El niño ríe, pero en la colonia Rivera Hernández de San Pedro Sula, al norte de Honduras, el día no da respiro para juegos y las armas disparan plomo real. En el barrio más peligroso del país, con la mayor tasa de homicidios del mundo, se vive en guerra continua. Las bandas marcan el ritmo de la vida y cualquier rutina diaria es un ejercicio de supervivencia. Como una partida de dominó en la que una ficha lleva a la otra, la violencia se enseña y se ensaña. Sin motivo. No hace falta. Puede ser un robo menor, un tributo no pagado, una venganza o una demostración de fuerza. La policía no es opción y a muchos jóvenes no les queda otra que buscar refugio en la emigración para huir de la muerte.

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