No da Mas de sí
Y claro, después de los saqueadores, ya llegan los empresarios “contribuyentes”, en fila india, desmintiéndole


Desde que afloraron a la luz el saqueo del Palau y el caso 3%, Artur Mas ha exprimido a fondo la panoplia canónica de explicaciones, excusas y coartadas.
A saber: que si sus contratos públicos eran impecables; que si las aportaciones de las licitantes al partido eran generosas y legales; que si “quieren hacernos daño”; que si es un acoso de terceros (el Estado) contra nosotros (la Nación); que si nos persiguen “por nuestras ideas”.
Todo eso le valió mientras los dos casos judiciales por presunta financiación ilegal de Convergència no habían llegado al punto de ignición: la vista oral del Palau y las acusaciones de empresarios “contribuyentes” del 3% a su hombre de confianza y gerente, el exconsejero Germà Gordó... autoconjurado a no caer solo.
Para bandear evidencias y asechanzas de la oposición, le bastaron la tozudez y un discurso acerado aprendido en las aulas de la dura escuela Aula. Y en las bancadas de la oposición a Pasqual Maragall. Ahí aprendió hasta el siniestro golpe de difamar a su rival tildándole de borracho, cuando solo empezaba a fallarle la memoria. Ese es el Artur en estado puro y despiadado.
Con los focos judiciales cegando su retina, ya no da Mas de sí. Si dice que le atacan porque debe “molestar mucho”, surgen muecas leves. Cuando arenga a los suyos alegando que el enemigo se ceba en Convergència (CDC) porque “da más miedo” que Esquerra (y no porque fuese una cloaca), los jóvenes turcos de su partido rezan para que haga mutis como el patriarca Pujol. Temen que su empecinamiento les liquide, y a su honesto proyecto.
La quiebra de todas las coartadas ha llegado al calificar a los saqueadores, antes amigos —que dan detalles ante el juez de cómo facilitaban que CDC se lo llevase crudo—, de ladrones que formulan “pura invención o pura mentira”. ¿Cómo puede saberlo quien siempre juró no saber nada de las cuentas del partido? ¿Quien aseguró que eran sus tesoreros quienes tenían “plenos poderes para hacer lo que creyesen conveniente”, en administración ciega, sin dar cuentas a nadie? Así lo explicó al Parlament en julio de 2013. O dijo verdad entonces o la dice ahora.
Y, claro, después de los saqueadores, ya llegan los empresarios “contribuyentes”, en fila india, desmintiéndole. Qué agonía.
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