Marine Le Pen y el horóscopo
MESES ANTES del referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea pasé una temporada en Inglaterra, pero no leí ni oí a nadie que considerase verosímil la salida del país de la UE; al revés: todos, incluidos los sabios, aseguraban que esa eventualidad era remotísima; y las encuestas les daban la razón. Tres cuartos de lo mismo ocurrió en Estados Unidos antes de las últimas elecciones presidenciales, quizá con la diferencia de que, cuando algún ignorante planteaba la posibilidad de que Trump llegase al poder, era triturado con argumentos de apariencia inapelable: ni la ley electoral norteamericana lo hacía verosímil, ni los norteamericanos estaban tan locos como para entregar la presidencia de su país y el Gobierno del mundo a un showman televisivo corrupto, grosero, xenófobo, analfabeto y víctima de un trastorno narcisista, más próximo a Jesús Gil y Gil que a Silvio Berlusconi; y las encuestas pensaban lo mismo. Dicho esto, es natural que, a raíz de la victoria de Trump, un periodista de la BBC preguntase a una asamblea de sabios cariacontecidos: “¿Creen ustedes que las predicciones de las encuestas son más fiables que las del horóscopo?”.
Pero no son sólo las encuestas, ni sólo Reino Unido y el Brexit y Estados Unidos y Trump; ahora llegan Francia y Le Pen. ¿Puede Marine Le Pen ganar las presidenciales de mayo? Los sondeos y los sabios vuelven a ser unánimes: difícil, si no imposible; tal vez sea el candidato más votado en la primera vuelta, dicen, pero en la segunda será derrotada por el candidato de la derecha tradicional o el socialista, que concentrarán los votos asustados por el ultraderechismo de Le Pen. ¿Es esto así? ¿Puede o no puede ganar Le Pen? No tengo ni idea, pero si a alguien le interesa contestar esa pregunta quizá sería útil que leyese Dans la tête de Marine Le Pen, de Michel Eltchaninoff, que algún editor debería animarse a traducir al español.
¿Puede Marine Le Pen ganar las presidenciales de mayo? Los sondeos y los sabios vuelven a ser unánimes: difícil, si no imposible.
Eltchaninoff describe a Le Pen como una política inteligente que ha sabido transformar su partido, el Front National, en una máquina de conquistar el poder, y que disfraza su programa ultraderechista, ultranacionalista y xenófobo con un discurso seductor, patriótico, integrador y solidario: como todos los populistas, niega la distinción entre derecha e izquierda y apela al pueblo puro frente a la casta degenerada, a esa “Francia olvidada y sin embargo generosa y trabajadora, la Francia del alma y del corazón, que sufre en silencio”. Este sentimentalismo adulador es consustancial al núcleo de su discurso, según el cual Francia está dominada por un totalitarismo invisible impuesto por unas “élites mundializadas”, unos seres sin patria que sólo obedecen a la economía liberal y a las finanzas internacionales –los judíos del viejo fascismo– y que desprecian al pueblo, quien ha conservado la esencia de los franceses y sus virtudes tradicionales. De esos pobres desamparados dice erigirse en defensora Le Pen frente al despiadado internacionalismo, así como del orden republicano, la laicidad y el Estado de derecho frente al no menos despiadado islam. Por lo demás, Le Pen aboga por un referéndum inmediato para salir de la UE, considerada como la encarnación del perverso liberalismo antipatriótico, consumista e inmigracionista. En definitiva: adaptado a las circunstancias francesas, el mismo siniestro discurso mendaz que ha provocado el Brexit y la victoria de Trump.
¿Puede ganar las elecciones Le Pen? “Si Le Pen fuera presidenta, la UE y Francia irían al desastre”, dice Martin Schultz. Sí, pero es un hecho que el discurso de Le Pen asusta a cada vez menos franceses, que muchos de ellos olvidan que lo que se juega en las próximas elecciones no es sólo el destino de Francia, sino el de Europa, y que muchos han sido extraviados por sus intelectuales en discusiones sobre (¡Dios santo!) “l’identité française”, en las que el FN se mueve a placer: esos mismos intelectuales de izquierda y derecha que proclaman que no hay diferencia entre Trump y Obama, o que la única diferencia es que Obama mentía más. Ah, los intelectuales: somos la bomba. ¿Puede o no puede ganar Le Pen? Ustedes dirán.
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