Hoja de parra
El irracionalismo y la caverna nunca deberían ser respaldados por los presupuestos públicos
Una asociación de extremismo religioso puso en circulación por las calles de Madrid un autobús con mensajes contra los transexuales. Sostenida por ayudas públicas y fiscalidad ventajosa, impone dogmas religiosos sobre la vida íntima de las personas. Pese al pesimismo que provoca, quienes poseen la perspectiva que dan los años tienen una sensación diferente. Hace 30 años en España era impensable que el catolicismo más conservador reconociera y exhibiera públicamente conceptos tan sencillos como el de que los niños tienen pene y las niñas vulva. Ni siquiera permitían que se usaran esas palabras en centros de enseñanza, sino que los niños estaban obligados a usar términos grotescos y tanto las familias como el profesorado eran forzados a tratar lo referido al sexo como algo oscuro, pecaminoso y vergonzante.
El autobús con sus consignas es un paso adelante en el reconocimiento de lo genital. No es poco en quienes destruían cualquier libro que contuviera explicaciones biológicas a la sexualidad o representaciones artísticas. Puestos a ser optimistas, el mero hecho de que en su mensaje se reconozca de manera implícita la igualdad de las niñas y los niños ya es un avance, porque era obligatorio considerarlas a ellas inferiores, forzarlas a renunciar a una sexualidad propia y condenarlas al abuso y la dominación de los varones que se apropiaban de ellas mediante el sacramento matrimonial. Que un veterano europarlamentario polaco muy apoyado por jóvenes de su país haya afirmado en estos días que las mujeres son inferiores corrobora que evolucionar desde los dogmas religiosos hacia el respeto igualitario requiere generaciones y paciencia.
Los españoles han alcanzado una libertad personal que provoca que haya fieras resistencias al avance. El irracionalismo y la caverna nunca deberían ser respaldados por los presupuestos públicos. Resulta chocante que pretendan humillar a los jóvenes que afrontan dudas en su identidad sexual y las resuelven sin perjudicar a nadie ni entrometerse en la vida de otros. En el mundo contemporáneo sobran las injusticias que atentan contra los valores religiosos y la convivencia colectiva; sin embargo, no provocan estos raptos de indignación y jamás se ven autobuses promocionales que denuncien la pobreza extrema, el asesinato de mujeres, la denegación de ayuda a los refugiados, la implantación de fronteras excluyentes, el sadismo de las guerras teledirigidas, el bloqueo a las investigaciones sobre pederastia y la corrupción de las élites que detentan el poder en partidos políticos supuestamente afines a los valores cristianos.
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