_
_
_
_
3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
_

La culpa no es del otro

La visión personal de una migrante sobre la marginación sanitaria

El otro. Imagen de Gabriel Barletta.
El otro. Imagen de Gabriel Barletta.

Fomentar el desarrollo económico de los países, reducir la pobreza, insertarse en el mundo... Frases sueltas que se repiten una y otra vez. Pero la ecuación no cierra si aumenta el nivel de desigualdad entre diferentes grupos poblacionales.

En el área de la salud, las inequidades se traducen en las dificultades de ciertos grupos para acceder a servicios e insumos. Excluirlos por cuestiones de etnia o nacionalidad no sólo no tiene ningún fundamento ético-político sino que además atenta contra el derecho humano fundamental a la salud. Los inmigrantes se inscriben dentro de esta categoría castigada por las injusticias en salud.

Hace seis años que vivo en condición de inmigrante; más dos que ya había vivido antes, totalizan 8 años. A mis 33 años, pasé el 25% de mi vida fuera de mi país. Sí, de forma legal, estudiando y trabajando. Mudarse de país, -aun en mi caso que fue por propia decisión y convencida que era en busca de mejores oportunidades-, no es una decisión fácil. Se extraña, se anhelan las reuniones con amigos, los domingos en familia, las comidas típicas. No puedo ni siquiera imaginar lo que sufren aquellos que no deciden hacerlo sino que no tienen otra alternativa. Me pregunto, ¿qué nos diferencia tanto para que yo haya sido siempre bienvenida y ellos maltratados y estigmatizados?

La xenofobia y el rechazo al inmigrante por el solo hecho de ser diferente, de representar al Otro (con O mayúscula) es un fenómeno que ha ganado fuerza a lo largo y ancho del mundo en estos últimos años. Pero quiero referirme particularmente a las migraciones que llegan a mi país, Argentina, desde otros países latinoamericanos, particularmente los limítrofes. Y no sólo quiero referirme a Argentina porque es mi país, sino porque sobre todo es un país de inmigrantes: la mayoría de sus habitantes tenemos en el árbol genealógico algún abuelo o bisabuelo que llegó del viejo continente escapando de las adversidades o de otros países del mundo.

Decidí escribir sobre esto porque el tema está muy presente por estos días, ocupando lugares centrales en los periódicos y las redes sociales y cada día que pasa nos adentramos en terrenos más oscuros y escabrosos. Mensajes distorsionados y datos que no se sabe de dónde salen, queriendo convencer a la población “autóctona” que cerrando las fronteras y enviando a “ciertos” extranjeros de vuelta se solucionarían todos nuestros problemas. Un discurso que algunos medios repiten y que mucha gente celebra acríticamente.

Hace algún tiempo un senador argentino, sin el menor tipo de escrúpulos, salía en la televisión hablando de la desgracia que era tener bolivianos, paraguayos y peruanos viviendo en nuestro país, que Argentina funcionaba como ajuste social y criminal de otros países, e insistía que estos extranjeros ocupaban lugares “nuestros” en la Universidad Pública de Buenos Aires o, peor, que en algunos hospitales de la capital del país el último mes de cirugías programas estaba siendo “usurpado” por extranjeros.

Frente a las generalizaciones y los discursos sin fundamento, me gustan los datos concretos que buscan reflejar la realidad de una forma más verídica. Según un informe de la secretaria de salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el año 2012 (último dato disponible) los egresos hospitalarios de extranjeros representaron el 0,0003% del total de los egresos; es decir, nada. Los gastos en salud dispensados en población inmigrante son más bajos que aquellos dispensados en población nativa básicamente porque los primeros acuden menos a los centros de salud, y no necesariamente porque no lo necesiten ya que, de hecho, muchos viven en condiciones precarias que derivan en mayores propensiones a enfermarse y necesitar atención sanitaria.

Si además tenemos en cuenta que la mayoría de los inmigrantes trabajan en condiciones precarias y temen perder su empleo si se ausentan por ir al médico, muchos de ellos llegan a la consulta cuando ya están enfermos (o muy).

Sin embargo, se insiste y se repite y hay gente que reproduce el discurso y redobla la apuesta con los comentarios que circulan en las redes sociales. Los datos demuestran que no hay fundamentos ni argumentos para estas afirmaciones, lo cual me lleva a pensar que lo único que buscan estas estrategias argumentativas es desviar la atención de otras cuestiones (o, mejor dicho, de ciertas inoperancias). Los medicamentos que faltan no es porque se los dieron a extranjeros, los hospitales no están colapsados por culpa de los extranjeros, el recorte en los recursos del sector salud no fue decidido por extranjeros…

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_