De la utopía a la distopía
Se explora el significado de cualquier cosa en Google solo por saber lo que dice otro. Al rato se olvida. Ya no necesitamos agendas ni diarios. Hemos pasado de la dependencia mecánica de la televisión a la condena dictatorial de las redes sociales. Hay un trato colectivo nuevo, fruto de nuestra ansiosa soledad, que nos convierte en esclavos de ese existencialismo propagado de querer saber sin estudiar, sin leer, solo repitiendo comportamientos y aceptando lo que pasa por la ventana sin abrir la puerta.
“Eres libre y por eso estás perdido”, decía Kafka. Somos libres de encender o apagar la ventana para que los demás aparezcan ante nosotros en ese teatro permanente atrapado en las redes. Se nos pide el teléfono, la fecha de nuestro nacimiento, las fotos familiares, una lista de amigos y compañeros de trabajo e incluso sexting… Si algo no entendemos, el consultorio sentimental del blog actúa como confesionario, como diván del psicólogo o como médico de familia. La distopía, el antónimo de la utopía, es un género que da mucho juego para criticar, en clave de ficción, situaciones actuales.
Mírese en Google el argumento de la novela 1984, de George Orwell.— Miguel Camuñas. Córdoba.
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