_
_
_
_
Porque lo digo yo
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Arte y moderno

Es muy difícil para un artista comunicarse con una sociedad que ha dejado de prestarle atención hace —literalmente— siglos

Instalación de Daniel Canogar, en Arco.
Instalación de Daniel Canogar, en Arco.Santi Burgos (EL PAÍS)

¡Arco! Lo que mola ver cómo en los telediarios se descojonan de las obras y buscan a un señor patidifuso que vocifere: “¡Esto es una tomadura de pelo! Para arte lo que tengo yo en casa, una nena que baila que te salta las lágrimas…”

Que nadie se extrañe al ver marabuntas vagar desconcertadas entre instalaciones hechas de bragas, comida o aire; aún hay gente que tiene por incomprensible a Picasso, un señor que nació en 1881. Igual lo has leído un poco por encima: mil ochocientos ochenta y uno. O, lo que es lo mismo, hace 136 años. Para que te hagas una idea, Facebook nació hace 13. Una sociedad que aún no comprende el legado de un artista consagrado que nació hace dos siglos en su mismo país y es más que popular lo va a tener crudísimo para dejarse epatar por cualquier intento coetáneo de ser conmovido.

Esto no es un alegato al cualquiercosismo ni al paleterío, sino una voz de alarma de pura desesperación. Es muy difícil para un artista comunicarse con una sociedad que ha dejado de prestarle atención hace —literalmente— siglos, y al revés: un ciudadano con su mejor voluntad, desprovisto del antes y el porqué de lo que observa, se queda pasmado de horror, abandonado por la razón y a merced de un estupor del que yo no puedo culparle; es muy improbable que un espectador deliberadamente embrutecido (saquen sus conclusiones, me falta espacio en esta columna) le dé la mano a un artista deliberadamente vapuleado y le diga, en lugar de “perdona, ¿cuánto cuesta esta mierda?” (arte y mercado, otro día hablamos también), “gracias, ¿cuánto te costó emocionarme?”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_