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Las tendencias no son tendencia

Prada y Max Mara reivindican sin complejos sus códigos clásicos en la semana de la moda de Milán

Desfile de Prada en Milán.
Desfile de Prada en Milán.Luca Bruno (AP)
Carmen Mañana

La industria ha sido testigo durante los últimos años de un fenómeno en ascenso. Ya no existe una o un pequeño grupo de tendencias dominantes, como sucedía en los noventa o incluso a principios de los dos mil. Hoy se lleva todo: el look hippie, el ejecutivo; los cortes minimalistas, los barrocos; la explosión de color y los estilismos monocromáticos. Y si las dos últimas jornadas de la Semana de la Moda de Milán fueran un termómetro del sector, de ellas podría extraerse si no una conclusión sí un motivo. Firmas con historia y gran músculo productivo –de Max Mara a Prada, pasando por Fendi o Emilio Pucci- parecen reacias a adaptarse a corrientes que nada o poco tienen que ver con su filosofía y apuestan, sin disimulo ni complejos, por ofrecer aquello que buscan sus clientas fieles. Hoy, en estas grandes compañías parece no haber lugar para los experimentos.

Desfile de Prada, en Milán.
Desfile de Prada, en Milán.Pietro D'aprano (Getty Images)

Max Mara reivindica sus abrigos atemporales, que lo mismo podrían haberse presentado hace cinco años que dentro de dos. Karl Lagerfeld se entrega a los visones y al logo clásico de Fendi. Pucci no abandona su mítico estampado. ¿Qué tienen en común las colecciones que se vieron el miércoles y jueves? Que cada una defiende su propia identidad. Si esta postura hace evolucionar el diseño o no es una cuestión que merece un debate; si consigue aumentar sus ventas, otro.

En una espacio que recreaba la atmósfera de la habitación de una adolescente, con camas, lámparas y posters (incluida una versión del de Volver, de Pedro Almodóvar), Prada convierte al punto en protagonista de su colección. Las maravillosas faldas rectas y chaquetas de lana bordadas con abalorios dieron paso a vestidos de cóctel en gruesa angora, abrigos de cordero y conjuntos de tricot. Las plumas, como viene siendo costumbre desde hace unas cuantas temporadas, decoran los bajos de las faldas y de unos abrigos que combinan con tanto valor como acierto texturas y estampados. Piezas que fuera de su estilismo retro, harían las delicias de cualquier buena burguesa.

Los vestidos de seda de aire grunge, las botas tipo años sesenta y los bolsos carpeta terminan de redondear un trabajo que consiguió despertar el deseo desenfrenado de los allí presentes, aunque estuviesen muy lejos ya de los 15 años.

La modelo Lily Donaldson, en el desfile de Max Mara en Milán.
La modelo Lily Donaldson, en el desfile de Max Mara en Milán.Victor Boyko (Getty Images)

Para Max Mara, el invierno es su temporada alta. La firma que se ha hecho famosa en el mundo entero gracias a sus abrigos color camel, decidió celebrar las posibilidades de esta prenda en su desfile del jueves. No necesitaban justificarse, pero lo hicieron. La casa italiana apeló como referente a la sociedad sueca de diseño Svenska Slöjdföreningen. Esta organización fundada a mitad del siglo XIX consideraba que la belleza residía en la honestidad y que toda decoración superficial resultaba censurable. Predicaba que las estructuras constructivas no debían esconderse y que los materiales tampoco tenían que tratar de emular otros acabados. Por eso, en la colección de Max Mara el pelo de camello y yak o la alpaca aparecen tal como son. Sin modificarse se combinan con otros tejidos icónicos de la casa -como la lana con cashmere o el paño- en vestidos capa con cuello de sudadera, gabardinas y por supuesto abrigos de corte impecable y vigencia eterna. Remataban su propuesta con trajes pantalón en terciopelo y faldas rectas con aperturas frontales. La firma tampoco se salió de su zona de confort en lo que a su paleta de colores se refiere: camel, coñac, gris y casha (lila). Solo los dos últimos estilismos, en dorado, supusieron una novedad, junto a la presencia de una modelo con hiyab: un pequeño guiño a la diversidad y al importante mercado de Oriente Próximo.

Desfile de Fendi en Milán.
Desfile de Fendi en Milán.ALESSANDRO GAROFALO (REUTERS)

También para Fendi la de otoño-invierno es su temporada natural. Surgida en 1918 como una tienda especializada en piel y cuero, los últimos 50 años de la firma italiana han sido escritos por Karl Lagerfeld. Este jueves, el alemán hizo girar toda la colección en torno a los patrones y figuras geométricas. El trabajo de marquetería de la piel confería a sus abrigos de visón un aspecto troquelado. A veces, reproducían el dibujo de un estampado clásico de la firma y otras, flores a medio camino entre pop y japonesas. También las piezas de punto –jerseys y faldas- estaban tejidas creando un efecto mosaico. Las gabardinas lucían abotonaduras asimétricas y abrigos en cuadros Príncipe de Gales, puños y cuellos en visón. La parte final del desfile estaba compuesta por una serie de vestidos transparentes en organza y tul. A la entrada a la pasarela, un activista por los derechos de los animales gritaba consignas contra la utilización de pieles a través de un megáfono. Mientras, unaejército de invitadas envueltas en visones y chinchillas pasaban a su lado indiferentes.

En Pucci, Massimo Giorgetti, abrazó los flecos con tanta pasión como los tejidos de amebas que ha popularizado la casa italiana. Aparecían en los puños de las camisas de pequeñas lentejuelas y llegaban hasta el suelo. Decoraban las espaldas y cinturas de los vestidos, bajos y laterales de los de pantalones y terminaron cubriendo sus fluorescentes vestidos.

Desfile de Emilio Pucci, en Milán.
Desfile de Emilio Pucci, en Milán.MIGUEL MEDINA (AFP)

La única extravagancia que se permitió Alessandro dell’Acqua, director creativo de Nº21 fue rematar sus vaporosas camisas con cuellos de cisne elásticos al estilo de los que se empleaban en las sudaderas de los años setenta y ochenta. Un elemento que volvió a utilizar como cinturilla de bombers y de faldas rectas. Los gruesos jerseys de punto abrazados a delicados vestidos lenceros mediante cinturones anchos completaban una propuesta que buscaba y encontraba el equilibrio entre la estética romántica y la deportiva.

Que el Papa nos asista

Fausto Puglisi es uno de los pocos diseñadores orgullosamente irreverentes de la moda italiana. Quizá por eso, el sector lo mima como se hace con los niños traviesos: divertidos pero imposibles. El miércoles, ante la mirada de los medios más influyentes, volvió a ahondar en las tres iconografías que le obsesionan: la católica, la del imperio romano y la de sus compatriotas macarras. El resultado fue un colección que parece inspirada en The Young Pope, la serie del director Paolo Sorrentino en la que Jude Law da vida a un Papa tan insólito como las prendas de Puglisi. El diseñador convierte las sotanas en una suerte de vestidos capa por los que asoman las medias con liguero de las modelos y que decora con piezas metálicas en forma de símbolos paganos. Una provocación tan antigua como la misma iglesia. También juega a desestructurar el traje de chaqueta de Chanel en una propuesta inconexa. Antes de comenzar la presentación proyectó un corto que concluía con un rotundo mensaje: No somos en absoluto como vosotros. Nada que objetar.

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