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MIRADOR
Columna
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Uber-ficción

La empresa de transporte tiene una división llamada Elevate dedicada a desarrollar taxis voladores

Javier Sampedro
Fotograma de la película "El quinto elemento" (1997) de Luc Besson.
Fotograma de la película "El quinto elemento" (1997) de Luc Besson.

Cuando un intelectual habla de ciencia ficción, el topicazo suele ser encomiar la clarividencia de Julio Verne. A mí las predicciones de Verne siempre me han parecido una tabarra. Si los coches van ahora por tierra firme, los vehículos del futuro irán bajo el agua (20.000 leguas de viaje submarino) o por el espacio exterior (De la Tierra a la Luna), o incluso seguirán viajando por tierra pero con una velocidad portentosa (Dueño del mundo). Son meras extrapolaciones de lo que ya existía en tiempos de Verne, y la extrapolación es la trampa para futuristas por antonomasia.

A finales del siglo XIX, los extrapoladores predijeron que Londres amanecería en pocas décadas sepultado por estrato sobre estrato de excrementos de caballo. Su cálculo era técnicamente correcto, pero no predijeron la invención del automóvil. Cuando yo estaba en aquella edad difícil de las hormonas y los granos leía a Verne con voracidad, pero no por sus predicciones tecnológicas, sino porque eran maravillosas novelas de aventuras, y porque se metían con el geógrafo, que no daba ni una a la hora de aterrizar (Cinco semanas en globo).

En El quinto elemento, una película de Luc Besson estrenada hace 20 años, hay una secuencia de 10 minutos donde los coches vuelan en capas, a docenas de altitudes, entre los rascacielos de Manhattan. Bruce Willis borda el papel de su vida: un taxista neoyorquino. Mete el morro para salir del garaje, increpa a los conductores de al lado por inútiles y hace la del taxista, que se dice, para dar la vuelta en la Quinta Avenida de forma ágil e indebida, solo que a la altura del piso 70, con los coches volándole por todas partes. ¿Qué hay de esa predicción 20 años después?

Mucho. Uber, la empresa de transporte que encanta a los jóvenes y cabrea a los taxistas, tiene una división dedicada a desarrollar taxis voladores, llamada Elevate. Acaban de fichar nada menos que a Mark Moore, un destacado ingeniero de la NASA con 30 años de experiencia en el diseño de vehículos aéreos y espaciales. Fue Moore quien escribió el proyecto técnico que Uber publicó en octubre. Elevate tiene que superar aún un escollo formidable: que las actuales baterías de los coches eléctricos no llegan a la potencia necesaria para volar. Pero los optimistas tienden a ver eso como un mero problema técnico que alguien acabará resolviendo (y quizá patentando) más pronto que tarde.

Como de costumbre, sin embargo, El quinto elemento se quedó corto. En el enjambre de taxis aéreos del futuro no hará falta ningún Bruce Willis. Los humanos no seremos más que un paquete en esa secuencia memorable.

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