La lucha más ardua
LO HA intentado, pero el wushu aún no se ha hecho un hueco en los Juegos Olímpicos. Sin embargo, este deporte de contacto chino cuenta con adeptos –y adeptas– hasta en las montañas de Afganistán. Derivado de las artes marciales tradicionales, es el arma que Sima Amizi usa para luchar contra la discriminación en un territorio donde las mujeres lo tienen especialmente difícil. Cuando la joven instructora, formada en Irán, instaló su club Shaolin Wushu en Kabul en 2015, no había ninguna chica dispuesta a apuntarse. Hoy son 20, si bien todas pertenecen a la etnia hazara, más abierta. Salir a la calle y mostrarse es uno de los ejercicios más duros que han realizado. Pero el esfuerzo les ha valido una victoria.
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