Adiós al embajador que transformó la vida social de la élite española
El exembajador de EE. UU. en España, James Costos, regresa a su país después de dejar huella en nuestro país. Todo empezó con un consejo que le dio Obama Read the article in English
Se acercaba el Día de Acción de Gracias de 2012, cuando James Costos (Lowell, Massachusetts, Estados Unidos, 1963) recibió una llamada en su despacho de la cadena de televisión HBO en Los Ángeles. “Le llamamos desde el Air Force One. Por favor, espere para hablar con el presidente”. Costos pensaba que este querría agradecerle su participación durante la campaña electoral que le había servido para revalidar su mandato. “Fue un momento increíble”, explica. “Me miré el pecho y sentí los latidos de mi corazón. Como nos conocíamos, me lancé a preguntarle por su último viaje y por su familia. Pero él me detuvo, tenía algo que preguntarme: si quería formar parte de su equipo como embajador. Acepté de inmediato y me pasó a Valerie Jarrett, su asesora. Ella me dijo que alguien me llamaría al día siguiente y que el proceso empezaría”. Tras meses de un concienzudo examen de su pasado y hasta sus más nimias relaciones (“Eres muy aburrido”, bromeó Obama tras revisar todo papeleo), el proceso culminó en el nombramiento de James Costos como embajador de EE UU en España en agosto de 2013.
El cometido terminó el pasado 18 de enero, dos días antes del cambio de Gobierno en su país escenificado en Washington. Tras reunirse con Mariano Rajoy en su último acto oficial, Costos emprendió el viaje de vuelta a su casa de Los Ángeles después de una experiencia que ha transformado su vida y que ha dejado una huella en la sociedad, la política y la cultura española del todo insólita para un diplomático. La actividad de Costos y de su pareja, el interiorista Michael Smith, ha sido frenética se mire el campo que se mire. Y ha logrado hitos como traer a España a Barack y Michelle Obama (por separado) y a Daenerys Targaryen, cuyas aventuras de ficción en Juego de tronos se ruedan hoy en nuestro país.
"Abrimos la embajada buscando la polinización cruzada con la sociedad civil. Creo que, de entrada, se entendió mal, y tuvimos que aclarar el propósito de esas recepciones"
Aunque Costos estudió Ciencias Políticas, nunca había desarrollado ninguna actividad en ese terreno. La relación con los Obama parte del trabajo de Smith, que fue contratado por el matrimonio para decorar la Casa Blanca durante su primer mandato. “Se estableció una relación personal, como sucede con muchos de los clientes de Michael”, explica Costos. Cuando la primera dama visitó la Costa Oeste, inmersa en la campaña por la reelección del presidente, la organización le planteó a la pareja preparar una velada en su honor para recaudar fondos. “Sólo habíamos hecho algo parecido con causas filantrópicas. Pero sabíamos cómo organizar un buen evento”, razona. El éxito fue tal que el equipo de la campaña pronto les pidió que acogieran otros actos parecidos. Costos quiso hacer más y también se implicó en trabajar, puerta a puerta, convenciendo a electores en lugares menos afines, como Jacksonville, Florida, donde residen sus padres.
Los veraneos de Costos y Smith en Mallorca durante diez años ayudan a explicar por qué España fue el destino elegido para ellos por Obama. El nuevo embajador desafió a la superstición llegando a su país de acogida el 13 de septiembre de 2013, viernes, y eligió la misma combinación de presunta mala suerte para su fiesta de despedida, en enero de 2017. Entre esas dos fechas, su residencia en el madrileño paseo de la Castellana se ha abierto de par en par y se ha convertido en un punto de encuentro para emprendedores, artistas, políticos, periodistas, cineastas o militares. Un lugar donde el arte de recibir ha alcanzado cotas hace tiempo olvidadas y donde se han vivido escenas más propias de una novela de Francis Scott Fitzgerald que de las actuales revistas del cuché. “Una de las primeras decisiones que tomamos fue utilizar la residencia del embajador como una plataforma para conectar con la comunidad española y plantearlo como una oportunidad para invitar a estadounidenses a visitar España y, así, fomentar el turismo”.
Sarah Jessica Parker, John Kerry, Harrison Ford o Martha Stewart han sido algunos de los ilustres y variopintos visitantes de una casa que, reformada por Smith y con una apabullante colección de arte contemporáneo, se ha convertido también en un espacio de cultura. Todo un bastión de la diplomacia cultural que Costos defiende. “Michael y yo queríamos abrir nuestro hogar de la misma forma que los Obama habían abierto la casa presidencial en Washington. Empezamos a invitar a gente de la cultura y de la política y buscamos la polinización cruzada con la sociedad civil española. Si recibíamos la visita de un líder empresarial, lo mezclábamos con militares, artistas, diseñadores o médicos. Antes las fiestas en este lugar estaban muy enfocadas por sectores. Nosotros hemos roto con los protocolos, lo que, a veces, ha provocado desconcierto y sorpresa. Pero todo lo que hemos hecho aquí está pensado”.
Reconocidos como los mejores anfitriones de la capital, han desarrollado una actividad social que ocultaba siempre un férreo propósito bajo su burbujeante fachada. Algo de lo que no siempre se hicieron eco unas crónicas mundanas que, sobre todo al principio, banalizaban la agenda nocturna de la pareja. “Creo que, de entrada, esta parte de nuestra actividad se entendió mal”, analiza Costos. “Tuve que aclarar ciertas cosas. Y empezamos a hablar de estas fiestas y recepciones como eventos con un propósito y significado. Ha habido razones estratégicas para cada una de ellas. Y cada persona que estaba invitada había sido cuidadosamente elegida. Ha sido un placer encontrarme en casa con gente que no conozco y verla interactuar con otras personas con las que puede establecer una relación provechosa. Ese es el poder de esta plataforma. El objetivo de la política exterior es conocer otras culturas y formas de pensar y aprender de ello. Se trata de eliminar muros y barreras y construir puentes, amistades y alianzas”. Michael Smith, que además de decorar ha ejercido de comisario de arte con una selección de piezas que pudieran hablar del vínculo entre España y EE UU, lo recuerda así: “Cuando llegamos, la casa del embajador no estaba tan abierta. Parte del trabajo pasaba por convertirla en algo vivo, en un lugar atractivo para el mundo de los negocios, la moda o la arquitectura. El plan era representar todas las facetas de nuestro país (y no sólo la economía, lo militar y lo político) y que esta residencia fuera un imán para que gente distinta quisiera visitar España. Y nos sentimos orgullosos de que artistas, actores y altos mandatarios lo hayan hecho”.
A falta de un manual que enseñe a ser un buen embajador, las acciones de Costos estaban regidas por el consejo que el presidente le dio al nombrarlo. “Sé tú mismo”, le dijo. “Viaja, trata de conocer a tanta gente como puedas y transmite el mensaje de que nuestra política es inclusiva”. Por eso a Costos le gusta repetir que son todas sus experiencias previas las que le han ayudado a moldear su innovador estilo diplomático. “Hace tres años y medio llegué aquí sin saber cómo ser un embajador y… ¡hoy sigo sin saberlo!”, bromea. “Esa es la belleza de este trabajo. Cuando aterrizas, tienes mucha información previa. Pasé seis meses en Washington y aprendí todo lo que pude de la relación entre EE UU y España y de este oficio. Además, tienes un equipo de 400 personas que conoce muy bien el funcionamiento. Lo que se requiere de este cargo es que mantengas la alianza militar, económica y política entre tu país y el de destino, pero cada uno encuentra su propia forma de hacerlo, tienes la capacidad de diseñar tus objetivos y tu actividad y de dirigirlos hacia aquellos campos donde sientas que puedes lograr un mayor impacto”.
En su caso, uno de sus grandes focos de atención ha sido el emprendimiento. En 2015 lanzó el proyecto IN3, que trata de unir “innovadores, instituciones e inversores” a partir de una reunión en sus salones de un grupo llamado Chamberí Valley. “La falta de espíritu emprendedor es un problema generalizado en Europa y una cuestión cultural. Parte de la idea de que tu vida está predefinida porque hay un camino marcado y, si te sales de él, todo se complica. Pero eso no es cierto y mi propia historia es un buen ejemplo de ello. Permitir que la gente tenga un espíritu emprendedor es bueno para todo el país”. Fiel a su filosofía de romper con los compartimentos estancos, se ha esforzado por unir a jóvenes con una idea para una start up con grandes líderes empresariales. “A veces la gente se cierra porque tiene miedo y se muestra escéptica con los que empiezan por temor a que les reemplacen. En EE UU creemos que la experiencia y lo nuevo deben ir de la mano y pueden convivir y mejorar al hacerlo”.
Costos se rigió por un consejo que le dio Obama al nombrarlo embajador: "Sé tú mismo. Viaja, conoce a tanta gente como puedas y transmite que nuestra política es inclusiva"
Costos es un tipo acostumbrado a cambiar de traje y de piel. Y ahora volverá a hacerlo. Aquella llamada del presidente de su país transformó al ejecutivo de televisión en embajador, pero ya había desarrollado ejercicios parecidos antes. Por eso le gusta utilizar su propio relato personal en los foros de emprendedores. Su primer paso adelante lo dio al mudarse a Nueva York en busca de sí mismo, después de graduarse en la Universidad de Massachusetts. Único hijo varón en una familia de emigrantes griegos, nunca había hablado con sus padres de su orientación sexual. “Crecí en una ciudad muy pequeña y no sabía qué pensarían. En Nueva York empecé a entenderme mejor y a salir con alguien. Pero me sentía muy lejos de mi familia y los echaba de menos. Quería compartir con ellos lo que me estaba pasando y mi felicidad. Se lo conté por teléfono y me dijeron que volviera a casa. Fueron increíblemente honestos. Lo único que mi padre me reprochó fue que hubiera tardado tanto en contárselo. ‘No es lo que esperábamos ni lo que habíamos planeado’, me dijeron. ‘Pero si esta es tu elección, la respetamos. Eres nuestro hijo y siempre lo serás’. Ni siquiera lo sospechaban, pero reaccionaron con gran rapidez y de la mejor manera”.
No fue el único descubrimiento que experimentó en Nueva York. Su primer trabajo en la ciudad fue seleccionar expertos en análisis informático para instituciones financieras y prosperó hasta crear su propia empresa de personal. Pero le “aburría mucho” no estar con gente más afín a sus intereses. Se dijo que la moda podría ser un lugar más indicado para él, “un sitio en el que poder disfrutar de mayor libertad de expresión y estar rodeado de gente creativa”. Mientras seguía trabajando en su compañía durante la semana, se buscó otro empleo de fin de semana. Como no sabía muy bien por dónde empezar, entró en la tienda de Fendi de la Quinta Avenida y preguntó por el encargado. Con insistencia. Le dijo que deseaba aprender cómo funcionaba la moda. El encargado se extrañó, pero no incurría en riesgo alguno ya que se trabajaba a comisión. “Le convencí y fue un éxito”, recuerda un Costos que descubrió así un oficio que le apasionaba. Algo más tarde, decidió dedicarse a la moda a tiempo completo y recaló en la empresa de complementos Ghurka como jefe de ventas hasta que el empresario italiano Diego Della Valle llamó a su puerta. Durante diez años, se encargó de la expansión en EE UU de Tod’s, firma para la que abrió diez tiendas propias y más de 20 corners.
De Tod’s pasó a Hermès, pero en plena transición ocurrieron los atentados del 11-S y Costos se planteó otra reinvención. Tras dos años de relación a distancia con Smith, que vivía en Los Ángeles, se mudó con él a California. “Reuní todo mi coraje y dejé Hermès y Nueva York sin otro trabajo”. Creyó que podría encontrar un empleo en la moda, pero la industria de la Costa Oeste era mucho menos global e internacional y no se sentía “mentalmente preparado” para el negocio de los vaqueros y los bañadores. “Estaba en Hollywood y lo que mueve el dinero allí es la industria del entretenimiento. Vi claro que tenía que entrar en ella y no en la moda. Tenía que encontrar el tejido que las conectaba para poder pasar de una a otra”. La amiga de una amiga, ejecutiva en Dreamworks, le recibió y le dio otro consejo que marcaría su existencia. “Me dijo que, en el fondo, lo que yo hacía en la moda era lo mismo que se hacía en el cine: vender productos. ‘Tu vendías zapatos y bolsos; nosotros, asientos en salas de cine’, una frase que se me quedó grabada”. Con ánimos renovados y un par de buenas entrevistas, empezó en la start up de producción de cine Revolution Studios y de ahí saltó después a HBO.
La moda sigue ocupando un sitio en su corazón y ese vínculo explica la visita a España de su amiga Anna Wintour, directora de Vogue en EE UU, durante la que se reunió con lo más granado de la industria nacional. “Siempre he sido muy consciente del vestir”, admite. “Tengo dos hermanas que estaban muy interesadas en la ropa y en mi casa muchas de las conversaciones giraban alrededor de eso. Somos de origen humilde, así que no se trataba de nada lujoso. Pero mis padres nos inculcaron que debíamos respetarnos, cuidar nuestro aspecto y presentarnos ante el mundo de la mejor forma posible. Mi familia siempre me vistió muy bien y, después, cuando me compré mi propia ropa, también me preocupé por ella”. Algo que ratifican sus sastres españoles, los hijos de Manuel Calvo de Mora, Alberto y César, que le han elaborado unas 25 piezas durante su estancia: “Un buen traje da seguridad y eso es lo que hemos intentado aportar. En las fotos de la prensa siempre se comprueba que lleva los trajes con mucha naturalidad, con ese duende español. Le gusta ir actual, pero sin destacar. Muy correcto y elegante siempre. En los trajes ha procurado elegir tejidos de muy buena calidad con un diseño clásico. Es en el corte de las prendas donde se ha atrevido a ir más a la última, con chaquetas y pantalones más ajustados. Él está en forma y se lo puede permitir. Le gusta sentir la chaqueta”.
Si las visitas estrella han protagonizado la etapa del embajador Costos, ninguna tanto como la de Barack Obama. El primer presidente de EE UU que ha pasado por España en 15 años tuvo, sin embargo, que acortar su viaje debido a los ataques contra policías en Dallas en julio de 2016. “Aun así, fue algo histórico”, asevera Costos. “En el Departamento de Estado nos gusta decir que la visita de un presidente es lo más importante que puedes entregar al país en el que estás destinado. Lo hicimos y sirvió para subrayar al mundo la importancia de España como líder mundial”. La agenda de tres días se remodeló a contrarreloj para reducirse a poco más de 24 horas de infarto entre Madrid y Rota en las que Obama sedujo con el relato de su primera visita a España como mochilero y agradeció la estratégica alianza militar que une a los dos países. “Acoger a los militares y sus familias en Rota y Morón es uno de los elementos cruciales de la colaboración”, reconoce Costos. Y otro de los puntos en los que su propia biografía ha entrado en juego. Su padre y sus tres tíos sirvieron en varias fuerzas armadas tras la muerte de sus progenitores. “Mi padre nunca hablaba de su tiempo como marine. Sirvió con 18 años y luego cambió a otra carrera. No fue algo que formara parte de mi vida hasta que empecé en este trabajo. Cuando fui nombrado, sabía que habría un importante componente militar y empecé a hablar con mi padre de su experiencia. Él fue guardia de seguridad en Camp David durante la presidencia de Truman y eso me ha reportado un crédito inmediato con los marines”, asegura divertido.
Entre todos los lugares que los Obama podían elegir para pasar sus primeros días fuera de la Casa Blanca, optaron por la finca que Costos y Smith poseen en Palm Springs
Durante la visita de Obama, un emocionado Costos quiso transmitirle hasta qué punto la misión que le había encomendado había cambiado su vida. “Le di las gracias por permitirme experimentar lo que es servir a otros. No sé cómo reemplazaré esta experiencia cuando vuelva al sector privado. Cada decisión que he tomado en los últimos tres años ha tenido como objetivo apoyar la relación entre EE UU y España, es decir, algo mucho más importante que yo mismo. En mi siguiente capítulo quiero enfocarme en algo que me permita tener un impacto en la vida de la gente. No se trata sólo de filantropía, algo que seguiré desarrollando bajo la agenda del presidente Obama y de la ex primera dama (cambio climático, educación infantil femenina, emprendimiento y tecnología)”.
A Costos se le ha ofrecido incorporarse al consejo de administración de un prestigioso banco de inversión internacional con oficinas en Madrid. Pero seguramente esta tampoco será su última reinvención. Cuando habla con orgullo de los valores de esfuerzo y superación que sus padres le inculcaron y cuando cuenta su historia de un hombre que “salió de una ciudad pequeña y trató de mantener los principios familiares para triunfar en la moda, la industria del espectáculo o la diplomacia”, la conversación deriva hacia su propio anhelo de paternidad. “Michael y yo hemos hablado de adoptar”, admite. “Lo hemos pensado, pero siempre nos ha preocupado si podríamos compaginar los hijos con vidas tan ocupadas. Somos muy competitivos, entre nosotros y con nosotros mismos. Y nos preocupa cómo conciliar todo eso. Obviamente, la gente lo consigue. Pero nosotros no estamos todavía ahí. No hemos encontrado la forma, pero nos quedan más capítulos. Y ese sigue abierto”.
De momento, su país se enfrenta a un capítulo incierto bajo el liderazgo de Donald Trump. La llegada del nuevo presidente de EE UU ha provocado que Costos deje la Embajada antes de lo previsto, ya que todos los cargos políticos se vieron excusados el día de la toma de posesión. No hay fecha para la incorporación de su sustituto, que podría demorarse hasta nueve meses. “No voy a especular con lo que vaya a hacer Trump en EE UU, vamos a ver qué ocurre. Esperamos y deseamos que sea lo mejor para todos. Ha sido una campaña muy polarizada y hay gente que vive este cambio con mucha ansiedad. Espero que sus preocupaciones y miedos se calmen y atiendan”.
El mundo parece hoy más miedoso que hace ocho años, cuando Obama ganó gracias a un mensaje lleno de esperanza. “Muchos políticos pueden decir las mismas cosas que Obama. Pero lo importante es sentir ese grado de compasión y de autenticidad que hace que la gente te crea y te siga”, opina Costos. “El presidente Obama ha defendido que todos podemos crecer juntos sin generar vencedores y vencidos. Siempre ha buscado el consenso y la empatía. Hay quien dice que eso ha sido un lastre para lograr sus objetivos, pero él cree firmemente en ello. Eso se aplica, por ejemplo, a aliados como España. El trabajo que EE UU y España han desarrollado bajo el mandato del presidente Obama tenía como objetivo el beneficio común. Y esa es su forma de entender la política exterior en todo el mundo”.
Costos termina su misión, pero no su relación con España, a la que planea seguir vinculado. Aparte de la oferta laboral del banco de inversión, explora otras relacionadas con el país y la posibilidad de establecer una residencia en Madrid. “Lo que me parece emocionante de la etapa que ahora empieza es ver cómo continúan las relaciones que he empezado en España. Voy a volver al mundo como ciudadano y tratar de estrechar lazos con las personas con las que he compartido un instante fugaz. Quiero más de su amistad”. Una vida como ciudadano privado que, cerrando el círculo, se inició a bordo del avión que cambió su vida. Costos y Smith embarcaron en el último trayecto que el Air Force One realizó para el expresidente, tras la inauguración del mandato de Trump, con destino a California. Entre todos los lugares que los Obama podían elegir para pasar sus primeros días fuera de la Casa Blanca, optaron por la finca Rancho Mirage, que Costos y Smith poseen en Palm Springs. Allí se habló de España y de la admiración que el expresidente de EE UU siente por el país, y allí Obama recibió la llamada del rey Felipe VI, con quien ha forjado una duradera amistad. Acaso, quién sabe, este verano veamos a los Obama visitar a los Reyes en nuestro país. El que seguro disfrutará de Mallorca será James Costos, que, pase lo que pase, ya ha encontrado un lugar donde retirarse.
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