El uso por encima de la forma
FOTO: Adrià Goula
El uso que los inquilinos dan a un espacio como baremo para juzgar la arquitectura demuestra que la transformación de esta disciplina quiere ser profunda. Y cada vez son más las partes convencidas. Para celebrar su centenario, el grupo de industrias Simon ha creado el Premio Simon de arquitectura, un galardón internacional que valora la felicidad de los usuarios por encima de cualquier otro criterio. El premio, llamado Living Places, cuenta con el asesoramiento de la Fundació Mies van der Rohe y, en esta primera convocatoria, ha tenido dos ganadores que dibujan con desbordante imaginación y una incuestionable dosis de realidad cómo es el nuevo presente de la arquitectura.
El galardón busca distinguir interiores, espacios públicos y paisajismo cuya excelencia potencie el confort cotidiano de sus habitantes y entre los lugares de espera, aprendizaje, trabajo, paso, juego o vida que conforman las 104 obras que optaban al premio en su primera edición el jurado eligió la nueva Sala Beckett de Flores y Prats y la Transformación de 530 viviendas perpetrada por Lacaton&Vassal en tres bloques de Burdeos (Francia).
La Sala Beckett es una escuela de teatro y un teatro. Pero además es una reconstrucción de atmósferas a partir de la recolocación y el saneamiento de espacios y elementos. Se trata de un nuevo edificio público inventado a partir de uno viejo. Un teatro y una escuela, unas oficinas y un bar construidos a partir del reciclaje y la reubicación de muchos materiales. Por eso el resultado es a la vez renovador y familiar, los espacios parecen pensados para la mano de quien allí trabaja, el gesto del pie, la mirada, el cansancio, la comodidad y el asombro del espectador y del actor. Se trata de un edificio doblemente habitado. La dedicación milimétrica de los arquitectos recorre el inmueble.
En opinión del jurado, el proyecto de Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal –realizado con Fréderic Druot y Christophe Hutin- otorga dignidad a algo que antes no la tenía. La reforma de los arquitectos franceses se suma a los dos trabajos que la preceden y consistió en añadir tres metros cúbicos de aire, luz, y espacio de calidad a un inmueble construido en los años sesenta. Más allá de mostrar la cruda realidad, el proyecto demuestra cómo con el mismo presupuesto que un saneamiento obligatorio de la fachada y conviviendo con los inquilinos se pueden ampliar los pisos y mejorar su aislamiento. “Lo que sucede dentro de cada vivienda es decisión de sus habitantes, no del arquitecto”, ha dicho el jurado. Pero no es cierto. Han sido los arquitectos los que han mejorado las vidas de estos 530 vecinos, ellos han multiplicando su espacio vital ellos y aislando sus viviendas del ruido, el frío y el calor del exterior.
La perspectiva del habitante es la novedad que ofrece este premio . Que un cliente esté a gusto en un espacio es una recompensa que exige a los arquitectos pasar de enseñar a aprender.
Al fondo, la galería con tres metros de forjado añadida al inmueble.
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