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MIRADOR
Columna
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Jaque mates

Mi definición favorita es la de la ‘Britannica’, donde las mates son “la ciencia de la estructura, el orden y la relación”

Alumno escribe en una pizarra.
Alumno escribe en una pizarra. JOSÉ PELAEZ / CORDON PRESS

La mayoría de la gente está equivocada sobre la naturaleza de las matemáticas (mates, en la jerga estudiantil). Creen que consisten en ser preciso y picajoso, cuadriculado, susceptible, quisquilloso y más aburrido que un rebaño de ovejas. Creen que un matemático es lo más parecido que podemos conocer en esta vida a una inteligencia alienígena, una que pertenece menos a la Tierra que al planeta Mongo. No es ya que ignoren de forma minuciosa a qué demonios se dedican, sino que saben que, sea lo que sea, carece del menor interés, que no puede servir para nada en el duro suelo de la precariedad y la desesperanza, que las mates deshumanizan todo lo que tocan. Solo sirven en los restaurantes, como dice mi colega Antonio Calvo: “Oye, haz la cuenta, tú que eres de ciencias”.

Las matemáticas no tienen nada que ver con eso. Por desgracia, las definiciones de referencia no ayudan mucho. Bertrand Russell hizo una bertranada al definirlas como “la materia en la que nunca sabemos de lo que estamos hablando ni si lo que decimos es cierto”. Esto, por cierto, sería una buena definición de varias otras cosas también, pero no creo que sea un gran estímulo para los chavales, esos que tienen que aumentar nuestra calificación en el informe PISA en los próximos años. El Diccionario de la lengua española lo hace algo mejor: “Ciencia deductiva que estudia las propiedades de los entes abstractos, como números, figuras geométricas o símbolos, y sus relaciones”. Correcto, sin tirar cohetes. La Wikipedia no aporta mucho más, al menos en la edición española. Ojalá supiera leer hindi, que allí el talento matemático parece surgir hasta de las orillas cenagosas del Brahmaputra.

Mi definición favorita es la de la Britannica, donde las mates son “la ciencia de la estructura, el orden y la relación”, y donde se explica también que “su desarrollo ha implicado un grado cada vez mayor de idealización y abstracción”. También me gusta lo que suele decir el gran físico y pensador Jorge Wagensberg: “Las únicas verdades absolutas son las verdades matemáticas”. El teorema de Pitágoras sigue siendo tan cierto hoy como en la antigua Mesopotamia, cuando los matemáticos neolíticos lo descubrieron mucho antes de que Pitágoras le diera nombre.

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La poesía mística y la santísima trinidad pueden ser incomprensibles. Las matemáticas no pueden serlo: son el lenguaje en el que habla la naturaleza, como descubrió Galileo, y generan conocimiento por unos procedimientos tan patentes y diáfanos que deben estar al alcance de todo el mundo, y eso incluye a los niños. Solo tenemos que enseñar a los maestros cómo enseñar a los alumnos.

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