Melancolía
Hay cientos de empresarios españoles deseando meter la cuchara en el pastel precapitalista de la isla
Que España envíe a los funerales de Castro al Rey emérito, en vez de al Rey por antonomasia, debe de significar algo. Quizá que el fallecido es un difunto emérito también, o que los efectos de su óbito están ya descontados, como dicen los expertos en Bolsa de los valores que ni suben ni bajan cuando fallece el consejero delegado o nace el presidente de una empresa equis. La ventaja de disponer de un rey emérito es que te permite jerarquizar los entierros. El de Fidel, a todas luces, y desde el punto de vista de la diplomacia española, es de segunda. Y luego dicen que la muerte nos iguala a todos. Otra mentira.
Imaginamos a los servicios secretos españoles tratando de dilucidar el rango mortuorio de Castro. Los servicios secretos son de carne y hueso, como usted y como yo. Se quedan calvos, engordan, envejecen, se les pudren las neuronas y tienen hijos que suspenden las matemáticas. Así que cuando se reúnen alrededor de una mesa situada en el interior de una caja fuerte, sufren los mismos dolores de cabeza que cualquiera de nosotros a las nueve de la mañana, incluso si disponen de un coach que a su vez toma ansiolíticos. El coach es al psicoanalista lo que el hachís a la heroína, pero no olvidemos el efecto placebo, que es de lo que vivimos mayormente. La cuestión es que a las nueve de la mañana, seas espía o fontanero, tienes que priorizar. ¿Por dónde empiezo? Por saber a qué funerales debo acudir o a cuáles puedo enviar a un mandado. El Rey emérito (o Emérito) ha devenido en un mandado. Craso error. Hay cientos de empresarios españoles deseando meter la cuchara en el pastel precapitalista de la isla. Hablamos de la cuchara por no mencionar los lazos históricos, que los lazos históricos nos ponen melancólicos.
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