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MIRADOR
Columna
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El adjetivo

Quizá cuando se busca disminuir la violencia machista habría que dedicarle una pensada al uso de este elemento gramatical

Jorge M. Reverte
Uno de los carteles que cuelga frente a un escaparate dentro del "Tendedero de ideas contra la violencia de género".
Uno de los carteles que cuelga frente a un escaparate dentro del "Tendedero de ideas contra la violencia de género".Jorge Zapata (EFE)

Josep Pla no era todo lo antifranquista que les habría gustado a los que serían sus compatriotas de haber vivido 35 años más, lo que sería mucho pedir. A decir verdad, yo comparto eso con los segundos, pero me suelo distanciar porque percibo en la animosidad más antiespañolismo que antifranquismo.

Hay algo de escandaloso en esa falta de cariño, porque Pla es, casi sin duda, el mejor prosista catalán en catalán del siglo pasado, y creo que de lo que llevamos de este. Me parece que no hago mal en recomendar a quienes quieran escribir bien en castellano que le lean en su lengua original. No sé si me engaño, pero a mí me sirvió de mucho leer sus viajes en autobús o ese monumento que es el Quadern gris. Dionisio Ridruejo le leía a menudo, y no era ni mucho menos un gran novelista, pero sí era un muy destacado escritor en castellano.

Yo creo que lo que más me impresiona de Pla es su uso del adjetivo, que es la pieza más comprometida y peligrosa de cualquier idioma. Él decía que su trabajo diario consistía en buscar adjetivos adecuados, y que cuando encontraba uno se podía ir a dormir tranquilo.

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El adjetivo suele acompañar, cuando no se molesta uno tanto como Pla en encontrarle un buen acomodo, a lo peor del ser humano. Por ejemplo, cualquier mujer en nuestro país está expuesta a ser atacada con un adjetivo inapropiado con solo pisar la calle. Y no me refiero solo a que sea abrupto o grosero. Una lindeza puede ser mucho peor que una grosería.

Las mujeres tienen esa desgracia incluso cuando son objeto de la mayor de las groserías, como es el asesinato, el que ahora llamamos violencia de género.

Me indigna muy especialmente que una mujer pueda ser violada o apuñalada de manera “salvaje”, porque no concibo que semejante acción pueda ser nunca dulce. Y lo vemos todos los días en los medios informativos: muere una mujer violentamente tiroteada por su exmarido. ¿Es que alguien ha inventado los tiros amables?

Las mujeres, por lo general, son las principales víctimas del adjetivo, desde el que afirma que sus pechos aparecen rotundos debajo de la blusa hasta el que dice que está fondona. Porque los hombres, en general, no son tratados de la misma manera a la hora de escribir sobre ellos.

Quizá cuando se busca disminuir la violencia machista habría que dedicarle una pensada al uso del adjetivo. Un año sin adjetivos.

Si no se va a usar bien, mejor no usarlo. Lo que hacía Pla.

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