_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pobrezas

Jóvenes y parados cercanos a la jubilación, pero no lo suficiente, han recibido el golpe más duro de la crisis

Jorge Galindo
La empresa Aprise emplea parados de larga duración para arreglar pisos sociales.
La empresa Aprise emplea parados de larga duración para arreglar pisos sociales.Joan Sánchez

En 2007, la tasa de riesgo de pobreza en España era del 19,8%. Siete años después alcanzaba el 22%. En ese mismo periodo, los valores para la franja de 16 a 29 años se han disparado del 18% al 29%. El ascenso entre las personas de mediana edad (de 45 a 64) tampoco es manco: del 15% al 21%. No es casualidad: jóvenes y parados de larga duración cerca de la jubilación, pero no lo suficiente, han recibido el golpe más duro de la crisis. Por último, no cabe olvidar que casi un 29% de los menores se encontraban en esta misma situación según los últimos datos. Estas son las pobrezas de España.

Ante estas cifras, no son pocos los que insisten en la necesidad de crear empleo. Si la pobreza se ha disparado con el paro, ¿no se resolverá caminando de vuelta hacia niveles razonables? El asunto es que en nuestro país estas cifras rara vez han sido razonables: el desempleo estructural es un hecho desde los ochenta, con la salvedad parcial del pico de la burbuja crediticia. De ese mismo boom arrastramos precisamente esos millones de personas que llevan años sin encontrar trabajo, en muchos casos porque el ladrillo les hizo una promesa que no pudo mantener.

Es verdad que España mantiene cifras de fracaso escolar inquietantes, y que el potencial de crecimiento en capital humano es considerable. La necesidad de invertir en educación es, por tanto, innegable. Pero la labor protectora del Estado no puede fiarse exclusivamente a una apuesta que se cobrará en décadas mientras más de un quinto de la población se mantiene en precario. Ideas más decididamente redistributivas, tales como ingresos mínimos, rentas básicas o complementos ampliados, tendrían un efecto mucho más inmediato.

Podríamos seguir visitando propuesta a propuesta hasta dar con la mejor, pero en realidad el problema no es simplemente técnico. Una lucha decidida contra la pobreza en el corto plazo exige prioridad política sostenida en el tiempo por parte de una mayoría que no debe incluir solamente a quien la sufre. Queda la duda de si en un entorno fragmentado las grandes coaliciones redistributivas son todavía posibles, o si quedaron como algo del pasado. @jorgegalindo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_