Ese derecho olvidado
HOY, 20 DE NOVIEMBRE, se celebra el Día Universal del Niño, fecha en que la Asamblea General de la ONU proclamó y adoptó la Declaración de los Derechos del Niño. En ella se establecen los derechos inalienables de todos los niños basados en cuatro principios: la no discriminación, la primacía del interés superior del menor, la participación infantil y la garantía a la vida, la supervivencia y el pleno desarrollo. Hoy, desde esta columna que me brinda El País Semanal, me centraré en este último derecho, poniendo el foco en cómo una alimentación saludable contribuye al crecimiento óptimo de los más pequeños
La malnutrición afecta tanto a los niños que no pueden acceder a comida diaria como a los que tienen acceso a ella pero que, por diferentes razones, abusan de los azúcares y de productos procesados; ellos también están malnutridos y en ambos casos los riesgos para la salud son muchos.
La sociedad no percibe la obesidad como una enfermedad a tratar, a pesar de ser la patología nutricional más habitual entre los menores de países occidentales. Así lo dice el informe realizado en 2015 por la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad. El motivo principal es que se subestima el sobrepeso de los menores relegándolo a un simple problema estético, por lo que no hay movilización en este sentido para tratar de mejorar la situación.
La sociedad no percibe la obesidad como una enfermedad a tratar, a pesar de ser la patología nutricional más habitual entre los menores de países occidentales.
Es un problema global de salud de nuestro siglo. Los niños con sobrepeso tienen muchas posibilidades de convertirse en adultos obesos y de sufrir a edades tempranas diabetes y enfermedades cardiovasculares asociadas con un aumento de la probabilidad de muerte prematura y discapacidad. De la misma forma, muchos estudios señalan que estos niños u obesidad suelen tener baja autoestima y son con frecuencia víctimas de estigmatización social, de rechazo por el entorno más próximo, de humillaciones, de aislamiento.
Si la Convención sobre los Derechos del Niño es el tratado internacional más ratificado de la historia, ¿no estamos, por culpa de hábitos sedentarios y malas prácticas alimentarias, privando a las generaciones futuras de este cuarto principio en el que queremos garantizar una vida plena para todos los niños? El Plan de Acción de la Estrategia Mundial para la Prevención y el Control de las Enfermedades no Transmisibles elaborado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) constituye una hoja de ruta para el establecimiento y fortalecimiento de iniciativas de vigilancia, prevención y tratamiento de este tipo de enfermedades, entre ellas la obesidad.
La gravedad del diagnóstico de la obesidad en la sociedad me llevó a poner en marcha la Gasol Foundation para promover y transmitir estilos de vida saludable entre los más jóvenes a través de la actividad física y de una alimentación más equilibrada y sana, elementos clave para luchar contra el sedentarismo y combatir los crecientes índices de obesidad infantil. Mediante talleres nutricionales, sesiones de actividad física y la implicación de los familiares y educadores, nuestros programas promueven que los niños adquieran los conocimientos, las actitudes y los hábitos básicos para su pleno desarrollo.
Pero por descontado, ninguna intervención por sí sola puede frenar la creciente epidemia de obesidad. Por ello es necesario un enfoque multisectorial, transversal y coordinado: los Gobiernos, la sociedad civil, las familias, los cuidadores, las instituciones académicas y, por supuesto, el sector privado, deben asumir un compromiso.
Debemos impulsar la actividad física de una manera segura, siendo prioritario que el sistema educativo se tome muy en serio esta disciplina dentro del horario escolar. Debemos incluir clases sobre nutrición en el plan de estudios básico de las escuelas. Y también invertir y trabajar para que los niños se desenvuelvan en entornos escolares saludables. Asegurarnos de que los más vulnerables y desfavorecidos tengan acceso a alimentos sanos y conseguir un impuesto eficaz sobre las bebidas azucaradas.
Tenemos la responsabilidad moral de trabajar juntos por un objetivo común: lograr que el pleno desarrollo de los niños, incluyendo una alimentación saludable, deje de ser ese derecho olvidado.
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