"Empoderar" toma el poder
Este verbo que parece nuevo circulaba por los diccionarios de la lengua española de los siglos XVI y XVII, pero luego cayó en desuso
El verbo “empoderar” y el sustantivo “empoderamiento” menudean en el léxico de los movimientos sociales y desatan la perplejidad de muchos hablantes cuando los oyen en la vida pública. Además, se les ha sumado hace poco “desempoderar”, que usó por ejemplo Pablo Iglesias durante la entrevista que le hizo Pepa Bueno en la cadena SER el 9 de noviembre: “Hay que desempoderar a los poderes financieros”, dijo.
Quienes tachan “empoderar” y “empoderamiento” de horribles neologismos quizá se sorprendan al saber que ambos términos ya circulaban en los diccionarios de español del XVI y el XVII (obras anteriores a la creación de la Real Academia). Sin embargo, cayeron pronto en desuso, desplazados por sus sinónimos “apoderar” y “apoderamiento”. Por eso la intuición de muchos hablantes los toma hoy como novedades artificiales o medio inventadas para la ocasión. Y algo barruntan bien, pues las sucesivas ediciones académicas (a partir del XVIII) los dejaron fuera. Hasta que en 1925 la docta casa cambió de opinión y acogió “empoderar” con su significado de siempre, equivalente a “apoderar”: dar un poder a alguien. No obstante, le hizo pagar el peaje de llevar sobre su lomo la marca de “desusado”.
Su frecuencia de uso no aumentó por el hecho de haber recibido la bendición académica (aun con reparos), y en 2001 se caería otra vez del Diccionario, después de que ni apareciera en los glosarios del español actual publicados por entonces (Grijalbo, 1987; Alvar Ezquerra, 1994; Seco, 1999).
Pero mientras que “empoderar” agonizaba en español, cobraron fuerza en inglés to empower y empowerment, traducidos tradicionalmente a nuestra lengua como “apoderar” y “apoderamiento”, pues eso mismo significaban. Sin embargo, ambos vocablos adquirirían en aquel idioma un sentido adicional: la acción o el efecto de que una colectividad alcance un poder que antes tenía vedado (“el empoderamiento de la mujer”, por ejemplo).
Así que los sociólogos y los movimientos sociales no tardaron en clonar to empower como “empoderar”, pese a que disponían de “apoderar” (hasta entonces equivalente del verbo inglés) y de la posibilidad de estirar una de sus acepciones —“hacerse fuerte”— como había sucedido en aquella lengua.
Estos usos anglicados provocaron que la Academia señalara en su Diccionario panhispánico de dudas (2005) que “empoderar” es “un calco de to empower, empleado en la sociología política con el sentido de ‘conceder poder a un colectivo desfavorecido socioeconómicamente”. Pero no llegaba a condenarlo, al entender que incorpora un valor añadido respecto a “apoderarse”: “empoderar” evoca una reparación o una enmienda.
Con todo ello, la Real Academia Española adoptó para el Diccionario de 2014 una doble decisión:
1. Rescatar el vetusto “empoderar” del XVI —13 años después de haberlo desechado en 2001— con la etimología de en- y poder (otorgar un poder); pero marcándolo de nuevo como término en desuso.
2. Añadir una segunda entrada de “empoderar”, con origen en el verbo inglés y con su significado moderno clonado al español: hacer fuertes o poderosos a quienes antes se hallaban desfavorecidos.
Por tanto, este viejo verbo castellano que un día estuvo moribundo se ha revitalizado y ha crecido en época reciente… gracias al inglés.
Las cosas como son.
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