Un WOMAD muy africano
Bassekou Kouyaté y la Ngoni Ba / Imagen de Ana Henríquez
Por Ana Henríquez (*)
Este pasado fin de semana se celebró la tercera edición del WOMAD Fuerteventura 2016. Momentos de animado baile y de sosegada escucha. Tradición y modernidad. Puro goce y también reivindicación. La arena de Gran Tarajal fue testigo de muchos momentos en los que África destacó como indiscutible protagonista.
Todos los pronósticos anunciaban abundantes lluvias pero el agua apenas hizo acto de presencia, como si quisiera respetar las actuaciones de todos los artistas africanos que se dieron cita este fin de semana en la isla majorera.
Uno de los más esperados era el maliense Bassekou Kouyaté y la Ngoni Ba, su banda, bautizada así en honor al ngoni, un instrumento tipo laúd y precursor del banyo, esencial en la cultura griot de Mali, y que Kouyaté ha adaptado al siglo XXI electrificándolo. Nominado al premio Grammy al Mejor Álbum de World Music, Bassekou Kouyaté se hace acompañar de sus parientes más cercanos encima del escenario: su hermano, su sobrino, su hijo Moustafa, que toca el bajo ngoni, y su esposa, Amy Sacko, cantante con una potente y deliciosa voz.
La familia Kouyaté deleitó a los asistentes la noche del sábado con el sonido que emanó de sus instrumentos y también con la complicidad y la pasión que demostraron en sus improvisadas danzas.
Ritmo
Antes de los Kouyaté, actuaron los caboverdianos Bitori y Chando Graciosa. Decir que hicieron bailar a todo ser viviente presente el sábado en la playa de Gran Tarajal no bastaría para expresar la fiesta que aquellos dos señores montaron desde los primeros acordes.
El calmado acordeonista de casi 80 años, Victor Tavares, más conocido como Bitori, demostró por qué es considerado leyenda viva del género musical por excelencia de Cabo Verde: el funaná. Inicialmente prohibido por ser “demasiado salvaje”, hubo que esperar a la independencia del archipiélago, en 1975, para que esta música estimulantemente primitiva comenzara a extenderse. Y aun hicieron falta casi dos décadas más para que el compositor y cantante Chando Graciosa sacara el funaná de su entorno rural y lo diera a conocer internacionalmente, contagiando con su endiablado ritmo a audiencias tan entregadas como la del WOMAD Fuerteventura.
En la imagen superior, Bitori y Chando Graciosa. En la inferior, Pat Thomas y la Kwashibu Area Band / Imágenes de Ana Henríquez
La noche anterior, el viernes 4, los festivaleros ya habían tenido una muestra de lo bailable que puede llegar a ser la música africana gracias a Pat Thomas y la Kwashibu Area Band. Rodeado de buenos músicos jóvenes, el que en los años sesenta y setenta fuera pionero del Afrobeat y el Highlife ghanés dejó claro que le queda cuerda para rato.
Y, si hablamos de Afrobeat, no podemos evitar pensar en su creador, la gran estrella nigeriana Fela Anikulapo Kuti, que fue recordado en el WOMAD 2016 con la proyección del documental Finding Fela, repaso de su trayectoria aprovechando la realización de un musical de Broadway centrado en él.
Para Fela, la música era un arma que no solo servía para entretener, sino también para hacer política. Una visión que parece compartir el grupo afroeuropeo Kel Assouf, nombre que significa “los de la nostalgia” o “hijos de la eternidad” en lengua tamasheq. Su líder, el nigerino Anana Harouna, compone canciones sobre la cultura tuareg, a la que pertenece, y en repulsa a la discriminación que sufre su pueblo nómada. Su reivindicativo mensaje cautiva bajo la forma de auténtico rock del desierto.
En la imagen superior, Noura Mint Seymali / Imágenes de Ana Henríquez
Otra artista que apuesta por el mestizaje musical es la mauritana Noura Mint Seymali, que sedujo al público la noche del sábado mediante su voz y su elegante forma de tocar el ardin, instrumento de cuerda propio de su país, similar a la kora y que solo las mujeres pueden tocar. Con su música, propugna una vuelta a las raíces con el azawan (el conjunto de instrumentos tradicionales) pero fusionado con toques de pop, funk y ecos del blues del desierto y del reggae. Una combinación mágica por la que, no en vano, Seymali fue nombrada mejor artista femenina del Norte de África en la primera edición de los All Africa Music Awards (AFRIMA).
Con la incertidumbre de si seguirá celebrándose en Fuerteventura, concluye este festival de música, artes y danza con la satisfacción, una edición más, de la casi mágica conexión que se crea entre artistas y público, más allá de idiomas y estilos, fruto del simple deleite artístico.
(*) Ana Henríquez es periodista. Escribe, entre otros, para Africaye, Guinguinbali y Planeta Futuro.
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