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Testigo del horror, viaje al corazón de las tinieblas

FMCV - Archivo Museo Fortuny
Mario Vargas Llosa

EL PROBLEMA  número uno del Congo son las violaciones”, dice el doctor Tharcisse. “Matan a más mujeres que el cólera, la fiebre amarilla y la malaria. Cada bando, facción, grupo rebelde, incluido el Ejército, donde encuentra una mujer procedente del enemigo, la viola. Mejor dicho, la violan. Dos, cinco, diez, los que sean. Aquí, el sexo no tiene nada que ver con el placer, solo con el odio. Es una manera de humillar y desmoralizar al adversario. Aunque hay a veces violaciones de niños, el 99% de las víctimas de abuso sexual son mujeres. A los niños prefieren raptarlos para enseñarles a matar”.

“A ESTE CONSULTORIO LLEGAN A DIARIO MUJERES, NIÑAS VIOLADAS CON BASTONES Y BAYONETAS”, DICE EL DOCTOR.

Estamos en el hospital de Minova, una aldea en la orilla occidental del lago Kivu, un rincón de gran belleza natural y de indescriptibles horrores humanos. Según el doctor Tharcisse, director del centro, el terror que las violaciones han inoculado en las mujeres explica los desplazamientos frenéticos de poblaciones en todo el Congo oriental. “Apenas oyen un tiro o ven hombres armados salen despavoridas, con sus niños a cuestas, abandonando casas, animales, sembríos”. El doctor es experto en el tema, Minova está cercada por campos que albergan decenas de miles de refugiados. “Las violaciones son todavía peor de lo que la palabra sugiere”, dice bajando la voz. “A este consultorio llegan a diario mujeres, niñas violadas con bastones, ramas, cuchillos, bayonetas. El terror colectivo es perfectamente explicable”.

Ejemplos recientes. El más notable, una mujer de 87 años, violada por 10 hombres. Ha sobrevivido. Otra, de 69, estuprada por tres militares, tenía en la vagina un pedazo de sable. Casi se le va la voz cuando me cuenta de una chiquilla de 15 años a la que cinco interahamwe (milicia hutu que perpetró el genocidio de tutsis en Ruanda, en 1994, y luego huyó al Congo) raptaron y tuvieron en el bosque cinco meses, de mujer y esclava. Cuando la vieron embarazada la echaron. Ella volvió donde su familia, que la echó también porque no quería que naciera en la casa un “enemigo”. Desde entonces vive en un refugio de mujeres y ha rechazado la propuesta de un pariente de matar a su futuro hijo para que así la familia pueda recibirla. La letanía de historias del doctor Tharcisse me produce un vértigo cuando me refiere el caso de una mujer y sus dos hijas violadas hace pocos días en la misma aldea por un puñado de milicianos. La niña mayor, de 10 años, murió. La menor, de 5, ha sobrevivido, pero tiene las caderas aplastadas por el peso de sus violadores. El doctor Tharcisse rompe en llanto.

Es un hombre todavía joven, de familia humilde, que se costeó sus estudios de Medicina trabajando como ayudante de un pesquero.

Es un hombre todavía joven, de familia humilde, que se costeó sus estudios de Medicina trabajando como ayudante de un pesquero y en una oficina comercial en Kitangani. El hospital, de 50 camas y 8 enfermeras, moderno y bien equipado, recibe medicinas de Médicos Sin Fronteras, la Cruz Roja y otras organizaciones humanitarias, pero es insuficiente para la demanda que tiene al doctor Tharcisse y a sus ayudantes trabajando 12 y hasta 14 horas diarias, 7 días por semana. Fue construido por Cáritas. La Iglesia católica y el Gobierno llegaron a un acuerdo para que formara parte de la sanidad pública. No se aceptan polígamos, ni homosexuales, ni se practican abortos. El salario del doctor Tharcisse es de 400 dólares al mes, lo que gana un médico adscrito a la sanidad pública. Pero como el Gobierno carece de medios para pagar a sus médicos, la medicina pública se ha privatizado en el Congo, y los hospitales, consultorios y centros de salud en verdad no lo son, y sus doctores, enfermeros y administradores cobran a los pacientes. De este modo violan la ley, pero si no lo hicieran, se morirían de hambre.

Sin futuro en el Congo

Nunca olvidaré mi colaboración en El País Semanal, que fue un testimonio de un viaje que hice al Congo con Médicos sin Fronteras, porque creo que entre todos los lugares dolorosos, violentos y tristes que he conocido, nunca vi tanta desesperanza, frustración y sufrimiento como en el Congo exbelga. Señalo lo de "exbelga" porque creo que la tragedia de ese país arranca con la decisión insensata de las potencias occidentales que "regalaron" ese enorme territorio a Leopoldo II. Este monarca belga, con la colaboración de periodistas mercenarios y clérigos ingenuos, se había fabricado una imagen de redentor del mundo africano y combatiente de la esclavitud. Era en verdad un codicioso y un ególatra que convirtió ese enorme territorio en un campo de concentración y de explotación inicua por la que murieron millones de nativos e innumerables culturas y comunidades quedaron desmembradas y diezmadas, a la vez que el saqueo de sus riquezas fue vertiginoso. Cuando Leopoldo II entregó al Estado belga el Congo, este era un país deshecho, empobrecido y sus habitantes habían sido esquilmados, mutilados y explotados hasta el límite mismo de sus fuerzas. Leopoldo II fue el primer gran genocida del Siglo XX y debería figurar siempre junto a Hitler, Stalin y Mao como uno de los peores enemigos de la humanidad. En todos los países en los que he estado siempre me pareció que había una esperanza de redención. Del Congo, en cambio, salí con la horrible impresión, que ojalá sea falsa, de que era poco menos que imposible encontrar en un futuro más o menos próximo solución para los demonios que desde los años de la colonización belga siguen haciendo estragos en ese desgraciado país.

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