Cascarrabias
Me hace mucha ilusión tener un día la visión de Javier Marías y empezar a señalar a estos y aquellos con mi dedo crítico
Acudí fiel, el pasado domingo, a mi cita con la columna de Javier Marías en El País Semanal. En esta ocasión arremetía contra Manuela Carmena. La acusaba de recoger el testigo de otros alcaldes incompetentes de Madrid —se remontaba hasta Álvarez del Manzano— y se lamentaba de que esta ciudad estuviera maldita. Se explayaba con Carmena y, entre otras cosas, le afeaba que decidiera cortar el tráfico en algunas calles de la capital los domingos, haciéndole muy difícil —a él, como a otros miles de madrileños, imagino— ir a almorzar. Me recordó a una reflexión que le oí hace poco a un taxista de Barcelona sobre Ada Colau; era la siguiente: la Colau se está cargando Barcelona, porque el anticapitalismo bien pero el tráfico fatal.
Javier Marías lleva casi un año despotricando con severidad, sin rastro de condescendencia –cuando no es Podemos, son las redes sociales, o los ebook, o la gente que adora a sus mascotas— y a mí me despierta envidia esta actitud. Yo también quiero ser un cascarrabias cuando sea mayor. Ahora, reconozco que estoy en una época muy Biedermeier y que todo me da un poco igual. A eso hay que sumarle, además, que soy tontísimo —el otro día me sorprendí buscando el móvil mientras hablaba por él—. Por lo tanto, todavía tengo que andar un largo camino que recorrer. Pero me hace mucha ilusión tener un día la visión —metafóricamente hablando— de Javier Marías y empezar a señalar a estos y aquellos con mi dedo crítico. Así empezará lo bueno.
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