Ubrique, tradición en la piel
DE NIÑO, al salir de la escuela, Javier Gallego veía cómo muchas mujeres de su pueblo, tras toda una mañana de faena en la fábrica, se llevaban el excedente a casa para, con asombrosa pericia, dar forma a robustos bolsos y carteras de acabado milimétrico. Como prácticamente todos sus paisanos, lleva viviendo la marroquinería desde su primer aliento. Su padre y su abuelo se curtieron en el oficio, y él, que salió a estudiar fuera, ha terminado siguiendo sus pasos. Bojes, tirapiés, patacabras o agujas de pelo de cerdo son algunas de las herramientas –y la terminología– que han definido a lo largo de los años su visión del trabajo. Hoy, Gallego las continúa utilizando desde una perspectiva renovada en su puesto como gerente del Movex, la Fundación Centro Tecnológico de la Piel de Andalucía, una iniciativa de reciente creación concebida para encauzar el histórico sector del cuero con las corrientes actuales sin abandonar su esencia artesana.
Fue hacia los años sesenta cuando los ubriqueños comenzaron a concentrarse en la manufactura de bolsos, una ocupación que llevó consigo una abundancia al pueblo que, aunque de nuevo boyante, nunca ha vuelto a recuperar el esplendor de finales del siglo pasado. Las grandes firmas del lujo –de Chanel a Louis Vuitton, Dior, Carolina Herrera o Loewe, así hasta más de un centenar de nombres– se fueron interesando por la habilidad de estos artesanos y empezaron a cargar más trabajo sobre sus hombros para que sus frutos colgaran luego de otros. Hasta 2003, cuando la marea china lo arrasó todo, llevándose hasta el 50% de la producción y un 20% de los empleos. “Fueron años malos para el pueblo”, asiente Gallego. Con punto y final (feliz) en 2010, aquel trauma propició la gestación de este centro, “nacido para cubrir una necesidad de las empresas: la de la incorporación de tecnologías que, junto al saber hacer y las técnicas tradicionales, permitiesen ofrecer nuevos servicios”.
Impresoras digitales, aparatos de corte láser o una cámara climática para acelerar el envejecimiento de la piel pueblan el moderno edificio del Movex, “cuyo uso está abierto a todo el mundo y en igualdad de condiciones”. Distintas empresas locales, como PielFort, se valen de ellos para llevar a cabo operaciones como la incrustación de cristales de Swarovski o el pintado del cuero. “Como somos una generación nueva, nos dimos cuenta de que teníamos que hacer un montón de cambios”, señala José David Romero, quien heredó de su padre este negocio, que dirige desde hace una década junto a su hermano Rafael. Embarcados de lleno también en todo lo que tiene que ver con las redes sociales y el marketing digital, ambos apuntan a esa capacidad de adaptación como la clave de su éxito.
pulsa en la fotoUn trabajador de la empresa Carla Sade.Gianfranco Tripodo
Avanzar bajo el signo de los tiempos ha propiciado a PielFort suculentos contratos, como el que firmaron hace más de dos años con Marvel por el que imprimen en exclusiva a sus superhéroes sobre las tapas de álbumes de fotos, su producto estrella. Otros, como la firma Carla Sade, prefieren mantener el sabor de lo puramente manual en sus creaciones. Al igual que otras factorías ubriqueñas, producen para las compañías del lujo al tiempo que cuentan con su marca propia. Y también han recibido encargos jugosos, como el de Felipe Varela para un mediático bolso que lució la reina Letizia, una de las celebridades –incluso internacionales, como Beyoncé o Pippa Middleton– que se han interesado por sus productos. “Varela dijo que se sentía orgulloso de que un bolso para la Reina de España se hiciera en España y por un diseñador español”, apunta Manuel Gómez, el gerente.
Fue hacia los años sesenta cuando los ubriqueños se especializaron en la manufactura de bolsos.
Hundida en el corazón de la sierra de Cádiz, esta villa blanca con cerca de 20.000 habitantes, de calles intrincadas y pendientes escarpadas, es de sobra conocido vivero de algún que otro torero y muchos más marroquineros, que concentran hasta el 40% de la producción del sector a nivel nacional. En 2014, esta industria realizó exportaciones por 841,23 millones de euros y alcanzó una producción de 1.739,35 millones, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Marroquinería (Asefma). Hasta 6.500 trabajadores –en términos de empleo directo– se reparten entre Ubrique y otros pueblos de la comarca (unos 150.000 vecinos), con Prado del Rey a la cabeza. Influidos por la maestría artesana de los árabes y ayudados por un entorno rico en agua, cal y tanino (una sustancia orgánica que se extrae de los alcornoques que abundan en los bosques aledaños y que usan para el curtido), llevan siglos trabajando la piel. El primer taller documentado data de 1640, pero todo hace pensar que el rastro se adentra aún más en el túnel del tiempo.
Cuando, atraídos por el canto de una mano de obra barata, los emperadores de la moda trasladaron los bártulos a Asia, cundió el pánico entre los empresarios de la piel: o se renovaban, o les quitaban lo que sabían suyo. De los en torno a 200 fabricantes que hay en la localidad, muchos agrupados desde hace una década en un polígono industrial, los más grandes se asociaron para levantar el Movex, que también cuenta con apoyo público. En paralelo, el sector se movilizó para formar la Escuela de Artesanos del Cuero, en funcionamiento desde 2014. “La idea surge a raíz de la demanda de trabajadores”, explica Paco Barreno, profesor del centro con 35 años de experiencia en el oficio. “La burbuja inmobiliaria hizo que se perdieran puestos y además este es un pueblo con mucha carrera universitaria, por lo que pocos jóvenes quieren dedicarse a la marroquinería”.
Bajo las directrices de Barreno, y en unas instalaciones cedidas por el Ayuntamiento, 20 hombres y mujeres seleccionados de entre centenares de solicitudes se afanan en cortar las esquinas de unos retales que, con tiempo y maña, se convertirán en pequeños tarjeteros. Abundan los jóvenes locales, pero los hay de todas las latitudes, de Cuba a Dinamarca. Una circunstancia que, dice Juan Enrique Gutiérrez, secretario general de Empiel, la asociación que agrupa a las principales empresas del sector, “es nuestro mayor orgullo”. Después de ocho meses de estudio y otros dos de prácticas sin remunerar, pasarán “en un 90% o un 95%” de los casos a engrosar la plantilla de alguna de las factorías donde, por sueldos de en torno a los mil euros –aunque ellos no lo cuentan por haber firmado contratos de confidencialidad–, se fabrican bolsos de Comme des Garçons, Givenchy o Cartier, marcas que prefieren presumir de sus raíces francesas. “No quieren que se sepa dónde tienen los centros de producción, entre otras cosas para evitar la competencia o robo de mano de obra cualificada”, agrega Gallego. “También porque, si te digo en qué edificio se fabrica, se puede ir a robar. Ellos cuidan mucho los residuos, para que no acaben en determinados contenedores. Hay marcas que incluso los gestionan: los llevan a un vertedero, se levanta acta notarial y se destruyen para evitar un mercado paralelo”.
Hasta 6. 500 empleos directos se reparten entre ubrique y otros pueblos de la comarca, con unos 150. 000 vecinos.
En las instalaciones del Movex lleva establecido desde 2013 otro proyecto destinado a impulsar y traspasar el know how ubriqueño a las nuevas generaciones: el máster Piel Design, dirigido por Enrique Loewe y apoyado por la fundación que lleva su nombre. Este proyecto marca otro de los motivos por los que los lugareños, muy acostumbrados ya al interés de la prensa, se hinchan del orgullo sabedor de su herencia. Una tradición que, a nivel material, está siendo recuperada en el Museo de la Piel de Ubrique por la iniciativa personal de Maribel Lobato, una vecina que lleva años recopilando útiles y creaciones de sus antepasados.
En este pueblo que forma parte de la provincia más castigada por el paro también viene de lejos el peso de la fama que acarrean de facturar en negro asociada a esta industria. Para bien o para mal, todos se inclinan por quedarse con la idea del amor por el trabajo bien hecho porque, como zanja Juan Enrique Gutiérrez, “en Ubrique no sabemos hacer las cosas mal”.
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