El informe
Lo increíble de las elecciones en EE UU es que toda la discusión gira en torno a lo idiota que es Trump. Me pregunto si llegará un instante, quizá cercano ya, en el que los candidatos solo tratarán de demostrar que están menos locos que sus adversarios. Me pregunto también si, cuando llegue ese momento, del mismo modo que ahora se solicitan la última analítica, se solicitará un certificado de salud mental. Trump es muy de certificados y de pólizas, parece mentira que venga del sector privado. A lo que asistimos, en fin, no es a un intercambio de ideas acerca de cómo dirigir un país, sino a un programa basura de la tele, y de los más tirados, de aquellos a los que apenas te atreves a asomarte cuando estás solo en casa porque, si tu mujer te sorprendiera viéndolos, te morirías de vergüenza. Ella también. Para las guarrerías tienes el portátil, la tableta o el móvil. No mancilles la pantalla comunal, la misma en la que tus hijos verán luego sus dibujos animados favoritos y la familia, ya dentro de nada, el discurso de Navidad del Rey.
Cabe preguntarse muy seriamente si la campaña estadounidense actual es en realidad un experimento del Pentágono o de la CIA para medir el grado de estupidez que puede soportar el contribuyente medio. Que Hillary Clinton saque solo ocho o nueve puntos de ventaja a Trump resulta escandaloso. Debería sacarle doscientos, y eso que nadie conoce a fondo su pensamiento económico porque esta campaña no va de pensamiento ni de economía, va de quién ha acosado menos sexualmente a las mujeres, si el candidato republicano o el esposo de la actual candidata. Cada noche, la CIA presenta un informe sobre el estado de nuestros cerebros a los extraterrestres que, desde la sombra, dirigen el mundo.
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