Cuando hace calor… mejor construir con arcilla
Un pueblo al sur de Marruecos recupera la arquitectura tradicional. El aislamiento de las temperaturas extremas y el bajo coste de los materiales son algunas de sus ventajas
Tisiwid es un pueblo desarrollado frente al ksar —urbe fortificada, en árabe— de Aït Benhaddou. No se trata de una población corriente. La ciudadela, con edificios del siglo XVII, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura de arcilla de Marruecos. Este emplazamiento, situado al sur del Alto Atlas, ha formado parte de películas como Gladiator o La Momia, y de series como Juego de Tronos. Es también patrimonio mundial de la Unesco desde 1987. Sin embargo, mientras los vecinos luchan para preservar este conjunto arquitectónico, el hormigón ha tomado un papel cada vez mayor en la localidad vecina. Ahora, un proyecto organizado por los habitantes de Tisiwid intenta cerrar esta brecha: el objetivo es recuperar las técnicas de construcción tradicionales, y aprovechar su eficiencia energética. Todo ello, al tiempo que se ponen al día.
Se trata de una necesidad perentoria. Según Mouna Loubna, activista de la asociación local Ait Aissa, la intensa actividad turística —“100.000 personas visitan cada año” una ciudadela en la que apenas habitan 10 familias, explica. El resto de la población, de 900 personas, vive en Tisiwid— ha llevado a la gente a construir “pequeños albergues y restaurantes”. Para ello, los habitantes han empleado hormigón, “porque parece un material más moderno que el arcilla”. Tanto es así, que el 30% de los edificios de Tisiwid se han construido así.
Algunas medidas, como facilitar la circulación del viento y usar toldos para crear sombra, ayudarán a refrigerar las estancias y a reducir su consumo energético
Frente a esta tendencia, el proyecto intenta poner de moda la arcilla. Lo lideran la asociación Ait Aissa —formada por las cinco familias iniciales del pueblo— y la ONG We Speak Citizens, entidad que intenta poner en marcha planes urbanísticos participativos. Su objetivo es ayudar a la población para que recupere y actualice las técnicas de construcción tradicionales. ¿Por qué? Sus ventajas, argumenta Loubna, son mucho mayores. Por ejemplo, es mucho más eficaz que el hormigón cuando se trata de aislar del calor o resguardar del frío. Una característica importante, cuando la temperatura puede oscilar entre “50 grados en verano y bajo cero en invierno” y hay que ganar en eficiencia energética. Se trata, además, de una materia prima “menos costosa”, porque no se tiene que sacar de otro sitio.
Modernizar una casa de arcilla, además, no es ciencia ficción. Solo supone adaptar las técnicas de construcción tradicionales a las necesidades de hoy en día. “En una casa antigua no tendrías una cocina, un baño o un lugar para los animales. Se trata de incluir las comodidades de la vida actual”, explica la activista. Otra parte del reto pasa por repensar el diseño de los edificios y reducir, con ello, la energía que necesitan —en refrigeración o calefacción—. “Usas la orientación del edificio y la circulación del viento para refrescar. Empleas toldos para cubrir los edificios”, relata a modo de ejemplo Fattima-azzahra Bendahmane, arquitecta e integrante de We Speak Citizens.
¿Cómo se implica la sociedad civil en el proyecto? “Son ellos mismos quienes hacen las cosas”, explica Loubna. Uno de los primeros pasos del proyecto, puesto en marcha hace siete meses, consistió en ayudar a la gente a establecer asociaciones de productores. En estas organizaciones, la población encontraría una manera de hacer negocio con su saber tradicional: “Tuvimos un encuentro con todos aquellos que trabajan en la construcción de arcilla. Descubrimos que alrededor de 50 de ellos sabían cómo construir con esta técnica. Les convencimos para que pusieran en marcha una cooperativa”. Al tiempo que los hombres ponían en marcha esta asociación, las mujeres hacían lo propio con una cooperativa de alfombras.
Los habitantes de Tisiwid han creado cooperativas para construir los edificios. Estas organizaciones también servirán para comercializar productos de artesanía, como alfombras
Las ONG implicadas en el proyecto, asimismo, aportan el apoyo técnico necesario para que las cooperativas encuentren otras aplicaciones para la artesanía tradicional. “Hemos transformado la técnica que usan en los tapices para hacer telas para las fachadas. Y eso da trabajo a la gente local. Esto le permite hacer modelos duplicables, que pueden vender”, explica Bendahmane.
No ha sido una tarea sencilla, recuerda Loubna. Aunque sus orígenes se encuentran en esta parte de Marruecos —su padre, explica, creó la asociación Ait Aissa en 1989 y “trabajó con la Unesco para que Ait Benhaddou fuera reconocido como Patrimonio de la Humanidad”—, esta activista ha vivido fuera de la comunidad desde hace años. Y ello hace que no se pueda poner en el lugar de la gente con facilidad: “Estuve seis meses viviendo con la gente mayor, con las mujeres, para comprender cómo vivían”.
La actividad de estas cooperativas servirá para poner en marcha varios proyectos. El primero de ellos es una escuela infantil y de primaria, con 272 plazas. Esta se debería empezar a construir este mes, y debería estar lista para 2020. El proyecto no cubre solamente la construcción del centro, hecho con arcilla. Incluye un programa de formación diseñado con el ministerio de educación. Este se dirige tanto a los menores, como a los padres. La idea es ayudarles a entender el valor que la escuela tiene para el desarrollo de sus hijos: un futuro en el que no tengan que emigrar, y puedan ganarse la vida en Tisiwid, gracias a actividades como el “turismo y la agricultura ecológicas”, o “el comercio justo”. “Ellos piensan que sus niños tendrán que dejar el pueblo”, recuerda la activista.
A la escuela le seguirá un centro de formación profesional, “donde se enseñe en varios campos, incluida la construcción en arcilla”; y un mercado. “No tenemos un sitio para los comerciantes del pueblo y los productores locales”, recuerda Loubna. A la larga, la idea es ir más allá de unos edificios. Bendahmane habla de “un plan de urbanización sostenible” de 200 hectáreas, incluyendo infraestructuras y viviendas.
El proyecto también pretende ayudar a la población a comprender la importancia de los valores cívicos, con ejemplos prácticos. Uno de ellos es convertir botellas en tiestos
Al tiempo que hay un contacto continuo entre los técnicos de las ONG y la comunidad, la participación también se aplica en el día a día. La idea es que la gente entienda, a través de pequeños gestos cotidianos, la importancia de los valores cívicos. Es así, por ejemplo, en el reciclaje. “Hemos puesto botellas convertidas en tiestos para las plantas. Cada día alguien puede pasar por allí, recoger una botella y ponerla en un muro. Otro la rellenará con tierra, y otra persona pondrá ahí una planta”, explica Bendahmane. Lo mismo con los espacios verdes: “En la práctica, la gente echa basura al espacio verde, si está separado de los lugares públicos. Como no queremos que sea así, los sitios para sentarse son también los espacios verdes”.
Estos ejemplos callejeros son clave para que toda la comunidad participe en el proyecto, asegura la activista. Más aún, cuando se trata de una zona alejada de los principales polos de crecimiento del país y en la que “muchas de las mujeres no han ido a la escuela”, asegura la arquitecta de We Speak Citizens. La tasa de pobreza de la región de Souss-Massa-Draâ (a la que pertenecen Tisiwid y Ait Benhaddou) alcanza el 12,1%. Más de dos veces la de Tánger-Tetuan, del 5,6%. “Queremos llegar con la información a todos los niveles. Quien no entiende tiene curiosidad, y quien tiene curiosidad empieza a preguntar”, sostiene Bendahmane.
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