La pasarela madrileña busca el ‘Me gusta’
Ana Locking anima una jornada que pierde seguidores en las redes sociales y en el mundo analógico
“Estábamos indecisos entre dos escenografías para nuestro desfile”, cuenta Ana Locking minutos antes de presentar su colección en la tercera jornada de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. “Consultamos con nuestras tres becarias y nos respondieron al unísono: ‘La primera sin dudarlo porque es más instagrameable. Todo el mundo querrá hacerse una foto y se volverá viral”. Al final, la diseñadora se decantó por la segunda opción, “más intimista y onírica”, y con ella como fondo desplegó una de sus colecciones más redondas.
Muy por encima de Twitter y Facebook, Instagram se ha consolidado como la red social por excelencia de la industria de la moda. Es el canal a través del que las marcas pretenden llegar a los compradores más jóvenes, pero, sobre todo, el territorio de los llamados líderes de opinión –no diga bloguero, diga influencer-. Como cualquier comunidad tiene sus propios códigos. Triunfa lo efectista –aunque no solo-. Los gatos, los aguacates y los estilismos sobrecargados y coloristas multiplican el número de seguidores. Tanto es así que muchas marcas combinan prendas y hasta las diseñan con la intención evidente de encajar en estos parámetros.
Locking reconoce que no es inmune al poder de la red social, pero presume de espíritu rebelde. En una edición que ha perdido a Etxeberría y Davidelfin –dos de las firmas que diseñan para el hombre-, la madrileña resiste, junto a Francis Montesinos, como una de las últimas en mantener una línea masculina. Toda una osadía teniendo en cuenta su difícil salida comercial. Pero no tira la toalla. Sobre un camino de alfombras, fue mostrando trajes de noche que escondían shorts de algodón; delicadas superposiciones de vestidos, y americanas masculinas empleadas como blusas por dentro de faldas con estampado de camuflaje. Resultaba especialmente interesante un tejido bordado en lentejuelas bajo una gasa cosida en rombos y rota a tijera. La propuesta de la madrileña poseía algo de lo que no anduvo muy sobrada la pasarela de Ifema ayer: intención. Y resultaba, en definitiva, realista sin caer en lo manido. Lista para saltar de la pasarela a la calle.
“Tenemos que disfrutar de la moda vistiéndola y viviéndola, no solo viéndola. El diseño no puede estar solo en Instagram”, sentenciaba Juanjo Oliva. El creador barre para casa con este alegato en favor de la ropa accesible y asequible. Ayer mostró su línea Juanjo Oliva para El Corte Inglés, por segunda vez en la pasarela madrileña. Una selección de vaporosos vestidos, con un precio que va desde los 300 hasta los 500 euros. Oliva protagoniza uno de los pocos matrimonios entre industria y diseñador que ha sobrevivido a la crisis. Durante nueve temporadas desfiló con una colección especial que se englobaba dentro de Elogy, una marca perteneciente al gigante de los centros comerciales. El éxito de esta colaboración se ha traducido en la puesta en marcha de su propia firma para el Corte Inglés –que le permitirá desarrollar una línea de peletería y de novias-, pero también de un proyecto más personal y que ha bautizado como Oliva. “Voy a lanzar una línea de prêt-à-porter para hombre y mujer. Ya tengo incluso el local para la tienda”, adelanta el creador.
Sobre la pasarela, sus nostálgicas prendas no fueron el único objetivo de móviles y cámaras profesionales: Nieves Álvarez abrió y cerró el desfile demostrando que, como los toreros, algunas modelos se cortan la coleta, pero nunca terminan de retirarse. En este caso, para alegría de todos.
Además, los complementos diseñador por Jeff Bargues merecieron infinitos regrams (cuando se comparte una imagen de Instagram). Especialmente, sus bolsos y cinturones rematados en tachuelas; los últimos con tiras de cuero hasta el suelo.
Buscar un golpe de efecto que atraiga la atención sobre un desfile, no es nada nuevo. Antes, como reconoce Juan Duyos, se hacía pensando en los medios de comunicación, y ahora también en las redes sociales. “Lo efectista es divertido y útil. Pero creo que hay que reeducar a la gente en que debe haber algo real y sustancioso que sostenga la imagen llamativa”. La suya estaba compuesta por una colección donde las flores recorrían desde los bellísimos estampados de los vestidos corola hasta las lentejuelas en forma de pétalo de abrigos y chaquetas, pasando por los estambres metalizados que decoraban los zapatos. Delicado y lleno de amor, su trabajo fue premiado con una lluvia de aplausos y flashes. Porque al final todos los caminos llevan a Roma, que no es Instagram, sino el deseo.
La madre de la ‘influencer’
La madre de la ‘influencer’
Los anglosajones han acuñado una expresión –soccer mom (mamá del fútbol)- para referirse a esas abnegadas mujeres que acompañan a sus hijos a entrenamientos y partidos. Y que lo mismo actúan como managers que como animadoras o utilleras.
A la salida de Ifema, el recinto ferial donde se celebra la semana de la moda de Madrid, se congregan estos días decenas de padres a los que se podría bautizar como influercer parents (padres de un influencer). Pacientes, esperan a que sus hijos, con un estilismo estudiado al milímetro, salgan después de una larga jornada de selfies y colas en el Cibelespacio: el área que rodea las dos pasarelas con las que cuenta la antigua Cibeles y en la que se suceden stands donde uno puede maquillarse o personalizar una bolsa de loneta gratis. Muchos se sientan en el suelo durante horas por si en algún desfile quedan huecos libres y pueden verlo en directo, aunque no hayan conseguido invitación. Algunos, lo hacen convenientemente pertrechados con una tartera traída de casa. Son mayoría entre los visitantes que recibe este evento, y por eso, cabe preguntarse si esta es la mejor o la única forma de acercar la moda a las nuevas generaciones.
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