‘Friends’ | ¿Cuánto hace que no nos vemos?
Josep Pla dividía a la gente en “amigos, conocidos y saludados”, pero los primerizos tenemos más categorías: los Del-Parque, los De-La-Guarde y los De-Saparecidos.
El escritor Josep Pla dividía a la gente en “amigos, conocidos y saludados”, pero los primerizos tenemos más categorías: los Del-Parque, los De-La-Guarde y los De-Saparecidos.
Porque el bebé sí que te cambia la vida…social. Los amigos de siempre pueden transformarse en una legión de a) “tíos y tías” de segundo grado que se desvivirán por el bebé, b) los que lo aceptarán en las quedadas sonriéndole pero sin cogerlo por si se les cae, y c) los que desaparecerán hasta que la criatura sea mayor y no tengamos que llevarla a todas partes o hasta que ellos necesiten un favor.
A veces, en la sala de espera del pediatra me da por mirar el historial del Whatsapp y me sorprende o entristece comprobar que hay gente con la que no nos hemos visto desde que llegó la niña.
Pero el darwinismo también se impone en la vida social: si vamos cansados y tenemos poco tiempo para ver a gente, invariablemente acabaremos coincidiendo más con los que nos lo ponen fácil. Los que adoran a la niña, los que proponen planes para que no tengamos que pensar, los que buscan sitios bebe-friendly aunque no tengan la cerveza que les gusta, y los que se acercan al barrio porque saben que carrito-calorazo-transporte público son un cóctel molotov para los nervios de los primerizos. Incluso algunos, como la amiga Mireia, siempre le dan de comer a la niña para que nosotros recordemos lo que era ingerir un plato entero sin levantarse tras la criatura o sin que te estampen (con mucho amor, eso sí) puñados de arroz o de verduras en los pantalones.
Además, se cargan de paciencia respecto al momento de la quedada. Porque los primerizos somos como la Renfe: nuestros horarios son bienintencionados, pero de una certeza relativa y llegamos cuando podemos. Ya se sabe que justo al salir de casa explota un pañal, un ataque de histeria o nos habíamos olvidado de encender la babycook con toda la verdura dentro y no nos quedan potitos, y todo el plan tiene que recalcularse al momento.
En la escala social, ya no somos tan apetitosos porque ya no estamos disponibles en cualquier momento ni contestamos los whatsapps al segundo. Seguiremos consolando si alguien ha roto con su pareja, pero lo haremos en tramos de conversación interrumpida mientras vigilamos al bebé por el suelo de la cafetería.
Para compensar, la vida nos ofrece nuevos conocidos amistosos con los que congeniar, con los que no sentirse culpable si al final no vamos porque la niña se ha quedado dormida o había cola en la pediatra.
No sabemos si celebraremos muchos cumpleaños juntos o sólo nos veremos mientras los bebés vayan al mismo parque. Pero cuando estás monotemático-paternal y necesitas a alguien para pasear por las mañanas, nuestro baremo de amistad es tan ligero como el de los niños que juegan a fútbol 10 minutos y ya son inseparables.
Dios los cría y nosotros nos juntamos mientras los criamos.
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