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Rediseñar la infancia

Caterina Barjau

E N PONTÓS, un pueblecito de 300 habitantes en el Ampurdán catalán, vive la diseñadora que está cambiando la forma de entender la moda infantil. Triunfa desde Corea hasta el corazón de París, y en la entrada de la casita donde Laia Aguilar ha instalado sus oficinas, puerta con puerta con su hogar, se amontonan decenas de muestras de su próxima colección para The Animals Observatory (TAO), una marca con un léxico propio, compuesto por un complejo entramado de referentes que beben del mundo del arte, la arquitectura, la cultura y los recuerdos.

Sudaderas, mallas, camisetas y faldas con los estampados de trazo manual –sello de la casa–, hechas en España y que viajarán a Los Ángeles, Corea y Estocolmo para vestir a niños de medio mundo.

Bocetos de la colección de The Animals Observatory.

Desde hace ya una década, Aguilar entra en los armarios de las familias que buscan ropa diferente para sus niños. En 2005, embarazada de su primer hijo, Pablo, no encontraba esas “cosas especiales” que buscaba. Así que esta ilustradora de Reus formada en agencias de publicidad se puso manos a la obra para diseñar varias prendas con las que nacería su primera marca: Bobo Choses. Los inicios no fueron fáciles: “Aquí nadie nos entendía y sin Internet no habríamos llegado ni a la vuelta de la esquina”.

Hoy su visión crea tendencia y se pueden reconocer réplicas y versiones primas hermanas de sus diseños en las secciones infantiles tanto de marcas de moda rápida como de proyectos más pequeños.

Muy celosa de sus ideas, Aguilar cuenta que al principio se enfadaba cuando se encontraba con prendas sospechosamente parecidas a las suyas. “Dices: ‘Con el dineral que tenéis, ¿no creéis que podríais buscar talento?’. Pero quieren ir a tiro seguro”.

Por eso pide que no salgan las piezas de la colección del próximo otoño en las fotos: “Si no, en un par de semanas ellos lo tienen en tienda. Es imposible competir con su capacidad de reacción”. Aunque sabe que es una lucha perdida, se consuela pensando que, al final, la honestidad y el trabajo bien hecho ganan la partida.

Laia Aguilar con su hijo Pablo. La diseñadora estaba embarazada de él cuando puso en marcha su primera marca, Bobo Choses.

Después de su salida de Bobo Choses por desavenencias con su socia y de pasar un duro duelo, Aguilar ha logrado empezar de cero en menos de dos años. Y lo ha hecho muy bien arropada. Jan Andreu, expropietario de la cadena de tiendas japonesas Muji en España y socio impulsor del proyecto, fue quien la animó a volver a fundar una firma.

“Nos habíamos visto un par de veces, seguía mi trabajo y enseguida conectamos. Él lo ha hecho muy fácil”, asegura Aguilar. Al grupo de cinco socios de The Animals Observatory se unió también la modelo y diseñadora Vanesa Lorenzo, que participa con ideas y algunos diseños en colecciones cápsula, es decir, en pequeño formato y fuera de temporada.

Con la experiencia y la intención de no repetir errores, las cosas quedaron muy claras desde el principio entre los socios: “Si de algo estoy orgullosa es de que me dejen hacer lo que quiero. Es como un sueño”. La libertad creativa es algo que Laia reclama a lo largo de la conversación varias veces.

Bocetos y elementos de inspiración de la diseñadora de The Animals Observatoy.

Su obsesión por el control la ha llevado a involucrarse en todas las etapas del proceso creativo, desde los primeros esbozos, que atesora con cariño en cientos de libretas, hasta las fotografías de la campaña y la realización de los vídeos: “Me cuesta mucho delegar y lograr que otros consigan traducir las ideas que tengo en la cabeza. Quizá tiene que ver con mi alma de artista, pero tengo que aprender a trabajar con otros”, ­confiesa.

Algo saturada de su antiguo estilo –“está en todas partes ahora”–, la diseñadora buscaba ir más allá con The Animals Observatory. “No quería una copia de Bobo, de mí misma. Sentía la necesidad de encontrar un nuevo camino. Por eso digo que esta primera colección es una declaración de intenciones”. Sus principios: patrones muy cuidados, materiales nobles, estampados de autor y especial énfasis en la ética de equipo y del proceso de producción. Las primeras prendas con el sello de TAO ya están en tiendas de todo el mundo y empiezan a agotarse; un éxito para una primera colección. Aguilar reconoce con una mezcla de orgullo y pudor que se había creado mucha expectativa en el sector. “Ahora en Corea es una locura, la distribuidora me decía: ‘Te consideran un genio’. A mí esto me apabulla un poco”, exclama divertida.

Como respuesta a esta reacción entusiasta en Asia, han decidido abrir la primera tienda de The Animals Observatory en Seúl.

En el plan de ruta de la marca planean otros proyectos y nuevas colaboraciones: “Ahora estamos trabajando con el cocinero Jordi Roca”. Aguilar disfruta intercambiando ideas y uniendo esfuerzos con gente a la que admira. Ya lo hizo con Bobo Choses y la tienda de culto Ten Over Six de Los Ángeles, y lo ha vuelto a hacer ahora en TAO con una colección cápsula junto a la revista de interiorismo Apartamento. Formada por tres sudaderas y una bolsa ilustrada por el artista Stefan Marx, en estos momentos se está vendiendo en exclusiva en la reputada tienda parisiense Colette. En el mundo infantil de Laia Aguilar no hay sitio para floripondios, colores pastel ni ideas manidas. “Me enfada mucho la condescendencia en el mundo del niño. Son los seres más libres que hay, con cosas muy importantes que decir”.

Las creaciones de Laia Aguilar buscan huir de los colores pastel y las ideas manidas.

Con un rechazo absoluto al concepto de miniadulto, la diseñadora ha creado un espacio propio que responde al respeto que les tiene y “a lo bien” que se lo pasa con ellos. “Por eso, cuando termino algo, lo primero que hago es preguntar a mis hijos. Ellos forman parte de este proceso creativo”, cuenta.

La marca de Aguilar bebe de referentes muy diversos: los libros ilustrados de los setenta que se apilan en la enorme estantería que recorre su salón, las múltiples cuentas de Instagram que sigue, el mundo de la publicidad que adora o en los recuerdos de su época de scout. Por eso, asegura, las prendas de The Animals Observatory logran seducir a pequeños y grandes con sus guiños culturales. “¿Para cuándo una colección para adultos?” es una pregunta recurrente. De hecho, tiene algunas prendas que gustan más a grandes que a pequeños. Es el caso de Le Corbu, una ilustración estampada en una camiseta para bebé que hace referencia al gran arquitecto Le Corbusier, del que Aguilar se declara devota. “Me gusta la idea de que haya diálogo entre padres e hijos. ‘¿Quién es ese señor?’. Y que provoque una conversación”.

Pero la prioridad de The Animals Observatory consiste en crear prendas que perduren en el tiempo y generen recuerdos. “La ropa forma parte de la vida y de la historia. Démosle tiempo. El tiempo de esperarla, el tiempo de hacerla. A mí me gusta mucho la belleza del tiempo en las prendas”.

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