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La paradoja y el estilo
Columna
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Mientras todo se derrite

"En mi infancia el bádminton te tachaba de mariquita. Lo calificaban como ‘tenis afeminado"

La española Carolina Marín ante la india Sindhu Pusarla en la final de bádminton de los Juegos Olímpicos Río 2016.
La española Carolina Marín ante la india Sindhu Pusarla en la final de bádminton de los Juegos Olímpicos Río 2016. ESTEBAN BIBA (EFE)
Boris Izaguirre

El Ártico se derrite, pero Mariano Rajoy no. Él permanece sólido, avanzando como un iceberg hasta las eventuales terceras elecciones de Navidad. Si no hay Gobierno el 30 de agosto, Mariano se frotará las manos para darse calor, ánimo y seguir con su perfecto plan de fundir a todos sus oponentes. Y Albert Rivera va observando cómo fríamente Mariano le desbarata casi todos los puntos de su propuesta ciudadana. Mientras todo se derrite, Mariano y el PP han aprovechado agosto para fortalecerse. Justo antes de que empiecen las clases, aprendemos una nueva lección: existen dos tipos de corrupción. La administrativa, que es la mala y que es muy difícil de comprobar. Y la corrupción política, que tampoco es buena, pero más inocente.

Es muy probable que tengamos gobierno en 2017 y que algo devuelva al Ártico a su estado original. Aunque difícilmente conseguiremos la ansiada regeneración. A lo más, revoloteará el recuerdo de algunos nombres propios: Rita, Luis, Rodrigo. Probablemente a Rita Barberá se la recuerde más por su colección de bolsos Louis Vuitton que por otra cosa. Y precisamente hablando de esos bolsos de Rita recordé algo que nos sucedió a mi marido y a mí paseando por la playa d'en Bossa, en Ibiza, muy temprano por la mañana.

Es un paseo que hacemos casi ritualmente en nuestros cortos veranos en la isla. Lo hacemos temprano y rápido, como Mariano en Armenteira, siguiendo la Ruta Da Pedra e da Auga. Escogemos ese horaria porque la playa está casi vacía salvo por los cuerpos inertes de los jóvenes europeos durmiendo sus borracheras y pasotes. Pero una mañana, quizás por la ayahuasca, salimos un poco más tarde y la vimos más activa. Y tropezamos con un momento de transacción maravilloso: sobre la arena, una robusta bañista alemana negociaba con un vendedor africano la compra de varias piezas de Louis Vuitton falsas. Eso nos detuvo, porque nos despertó curiosidad observar cómo se efectúa una transacción así de política a plena luz del día. Todavía no sabíamos que existían las dos clases de corrupción, así que no supimos calificar si era corrupción económica, administrativa o política el adquirir un Vuitton falso. "Hombre, si todo el mundo tiene bolsos falsos", me comentaron luego en Miami, donde se están riendo acerca de las dos clases de corrupción ("¿solo dos?"), "Qué más da si te lo compras en la playa o en el párking". Aun asi, en la playa d'en Bossa, mientras mi marido y yo seguíamos vigilando la transacción y cómo la señora alemana se lo probaba delante de un espejito que le ofrecía el mercader y regateaba el precio en un inglés igualmente falso, comprobamos cómo otra bañista, igual de germana, censuraba la situación. Le irritaba y lo demostraba con evidentes muecas de desaprobación. Como hacen algunos del PSOE con las negociaciones de Ciudadanos. La compradora del falso Vuitton ni la miraba. Con los dedos indicó que su oferta se plantaba en 35 euros por la falsificación. El vendedor aceptó y volvió a colocar la falsificación en su bolsa de plástico auténtico.

Aún no he olvidado esa imagen fenicia en playa d'en Bossa.

Todo se está derritiendo. Pero ahora recuperamos el bádminton, ese deporte que en mi infancia te señalaba como mariquita si te gustaba o te ponías a jugarlo con las niñas. Lo calificaban de "tenis afeminado". La verdad que a mí siempre me pareció muy valiente jugarlo con mis amigas, además me divertía esa absurda bola coronada, como si fuera una vedette del Radio City y te cansabas un montón porque las competidoras no paraban de hablar entre ellas, noticias del día, cambios hormonales, chicos. Siempre he asociado un poco la mente femenina a ese deporte. Y por eso celebro a nuestra campeona Carolina Marín y su raquetazo.

Lamentablemente aquí, en Miami, los triunfos que no eran gringos se emitían por las cadenas hispanas. Así que tenía que ver esos juegos en la televisión del restaurante y almacén Delicias de España. Allí vi también la medalla del equipo femenino de gimnasia rítmica, maravillosas pero injustamente menos celebrada que las otras 16. Quizás la gimnasia rítmica carece de ese aparente sinsentido del bádminton. Pero en Delicias de España todo el mundo prefería preguntarme qué sabia de la separación de Genoveva Casanova y el exministro Michavila. Ellos también han intentado la medalla de oro pero al final no pudo ser. Y vista así de lejos, Genoveva da la impresión de que sabe jugar al bádminton y de que también habrá aprendido algo de gimnasia rítmica en su vida española: es la única mexicana que ha ido de la Casa de Alba al Premio Nobel, y de allí a los alrededores del PP, casi siempre con bolsos de verdad-verdad.

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