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Baldosas Huguet pisa con arte

Thomas Canet
Karelia Vázquez

EL ART DÉCO no hubiera sido lo mismo sin sus suelos coloridos y de diseños geométricos. Y el modernismo hubiera perdido la mitad de su encanto sin la aportación de las humildes baldosas de cemento que alfombraban las casas en las que hoy se inspiran interioristas y arquitectos de renombre.

La familia Huguet es una de las últimas que atesoran este saber hacer en España. En 1933 abrió en Campos (Mallorca) una fábrica de baldosas hidráulicas que hoy, con la colaboración de grandes nombres del diseño como los arquitectos Carme Pinós o Herzog & de Meuron, continúa a la vanguardia de este antiguo oficio.

Baldosas del catálogo de Huguet.

Abanderan la rama más artesanal de un sector, el de los azulejos, que no ha dejado de renovarse y crecer. Es la tercera industria que mayor superávit aporta a la balanza comercial española, y el año pasado facturó 3.075 millones de euros, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Azulejos y Pavimentos Cerámicos.

Esta exitosa cuenta de resultados esconde muchas pequeñas historias como la de Huguet, una empresa familiar que ha sabido renovarse para sobrevivir a los vaivenes del mercado.

Estas piezas alfombran desde el fórum de barcelona hasta el restaurante jaleo, de josé andrés.

Desde su fundación, fabricó ininterrumpidamente los mosaicos según el modo tradicional. A saber, las tres capas de cada baldosa se elaboraban a mano: la superior, que aporta el diseño y el color; la del medio, que da estabilidad, y la inferior, que otorga resistencia contra los golpes. Una vez finalizado el proceso, se almacenaban varias semanas hasta que el cemento se secaba, y solo entonces se consideraban listas para el mercado.

Entre los años sesenta y setenta, el boom de la construcción perdió la paciencia (y el gusto) por los procesos artesanos. Las baldosas hidráulicas fueron una de las primeras víctimas de la eclosión de la industria turística, que demandaba materiales fabricados en serie y sin mantenimiento. La mayoría de las fábricas que las hacían desaparecieron.

“Nosotros empezamos a hacer otro tipo de baldosas, pero mi padre nunca vendió las máquinas donde se elaboraban aquellas piezas modernistas. Ahí se quedaron y a finales de los noventa todo pareció recobrar un sentido”, recuerda Manena Huguet, tercera generación de la familia y responsable de marketing de la empresa.

En la primera imagen, un diseño modernista. En la segunda, suelo de los arquitectos José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres.

Si los nuevos ricos habían despreciado los mosaicos artesanales por antiguos, los propietarios alemanes que empezaron a instalarse en Mallorca en la década de los noventa empezaron a mirarlos con otros ojos. “Había una tendencia importada de Europa que buscaba recuperar lo antiguo en lugar de echarlo todo abajo. Reivindicaron a Gaudí y a los modernistas y de repente empezaron a llegar pedidos”, cuenta Huguet. En 1997, Biel, su hermano, volvió a la isla y se puso al frente de la empresa. Había estudiado arquitectura industrial y sabía el valor de lo que tenía entre manos.

Con la ayuda del único experto en baldosas que quedaba en la isla, volvieron a la producción artesanal. En la fábrica se conservaban los moldes del abuelo Huguet y cerca de 200 diseños. A ese catálogo de clásicos se fueron incorporando grandes nombres contemporáneos, el primero de ellos, Sybilla, la diseñadora de moda que desde 2000 tiene su propia colección. Los arquitectos suizos Herzog & de Meuron, Carme Pinós y el estudio de Barozzi Veiga también han unido sus firmas a la marca mallorquina.

En la primera imagen, mosaicos de la arquitecta Carme Pinós. En la segunda, piezas de la diseñadora de moda Sybilla, que fue la primera creadora contemporánea en colaborar con la empresa mallorquina.

Caminar sobre los mosaicos artesanales Huguet es un privilegio que puede disfrutarse en sitios tan diversos como la filarmónica de la ciudad polaca de Szczecin, donde la empresa colocó 44.000 baldosas pentagonales; los vestíbulos de varios hoteles de Nueva Zelanda; el Fórum de Barcelona, o el restaurante Jaleo en Washington, fundado por el chef español José Andrés.

La vuelta de la baldosa hidráulica, modernista y tradicional, es un hecho que también puede constatarse por la abundancia de webs dedicadas a vender piezas originales que han sobrevivido a desguaces y derrumbes varios, y que ahora se cotizan a precio de oro para lucir en casas resplandecientes y de lo más actuales cuyos dueños aman el art déco.

Manena Huguet cuenta que incluso se comercializan vinilos que simulan los diseños de estos antiguos suelos. Distinguir un original, asegura, resulta muy sencillo. “Solo hay que tocarlo. Lo orgánico y lo artesano no se pueden disimular, y mucho menos copiar”, concluye.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.

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