Dejen a los niños fuera de sus guerras
Hay infancias que duran una guerra y guerras que duran más de una generación. El resultado es que solemos perder las tres
Hay infancias que duran una guerra, un terremoto o una revolución. Los periodos que para un adulto son momentos, tal vez destinos en territorio de combate o reconstrucción antes del siguiente relevo, se convierten en la forma natural de vida para quien está creciendo entre tiros. Los niños palestinos de Gaza están tan acostumbrados a las armas y los muros como los de Alepo a los bombardeos, los haitianos a los barracones, los refugiados sirios a las tiendas de campaña o los europeos a buscar pokémons en los parques.
El domingo conocimos que el mayor atentado cometido este año en Turquía lo llevó a cabo un niño de entre 12 y 14 años adiestrado por el Estado Islámico, que hizo detonar explosivos en una ceremonia prenupcial y mató a más de 50 personas. Este grupo terrorista no solo no lo esconde, sino que se jacta de entrenar a los menores y ha exhibido y divulgado explosiones causadas por niños de hasta cuatro años.
El niño de esta foto está mirando embelesado a un miembro de las brigadas de Al-Qassam, la rama militar de Hamás, durante un desfile antiisraelí celebrado este domingo en honor a dos comandantes de Hamás muertos hace dos años por balas israelíes en la última guerra de Gaza.
Otro 21 de agosto, pero hace 10 años, el escritor israelí David Grossman escribía en este periódico una desgarradora carta tras sufrir la muerte de su propio hijo, alcanzado en Líbano por un misil de Hezbolá. La pérdida fue aún más dramática porque Grossman, destacado pacifista, acababa de pedir junto a los también escritores Amos Oz y A. B. Yehoshua el fin de las operaciones militares de Israel en Líbano.
“Nosotros, nuestra familia, ya hemos perdido la guerra”, escribió David Grossman, en una sentencia para la memoria en la que no caben más análisis, estrategias, ni declaraciones.
Y es que hay infancias que pueden durar guerras y guerras que pueden durar generaciones, pero el resultado es que siempre perdemos las tres: la infancia, la guerra y la generación. Porque los siguientes niños están más cerca de un arma que del colegio o la universidad.
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