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MIRADOR
Columna
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Reyerta

Teniendo muy claros los principios, se puede negociar casi todo

Jorge M. Reverte
Albert Rivera durante la declaración ante los medios en la que enumeró las seis condiciones para abrir las negociaciones con el PP.
Albert Rivera durante la declaración ante los medios en la que enumeró las seis condiciones para abrir las negociaciones con el PP.J. P. Gandul (EFE)

En Garrucha, población marinera devenida en puerto turístico y parada gastronómica de gran categoría nacional, hizo su primer gran negocio en el área de la ingeniería civil un hombre clave en la economía española de los años cincuenta, Eduardo Barreiros, que se encargó de construir el puerto del pueblo, que daba salida a los productos mineros de los alrededores. También en Garrucha encontró refugio el fundador de la aeronáutica militar española, Alfredo Kindelán, después de haber naufragado. Y en Garrucha también encontró una muerte injusta un tío de Jon Juaristi, que era administrador de los bienes de los Chávarri en la zona.

Hechos históricos no le faltan al pueblo para ser conocido, al menos en España. Pero, por azares de la gastronomía y otros impulsos aledaños, Garrucha se ha quedado como una palabra ligada a otra, que es el gambón, o su hermana menor, la gamba roja.

Seguramente haya influido este hecho en la enorme difusión que ha tenido en la prensa española una pelea multitudinaria en un restaurante garruchero a cuenta del precio de una ración de gambas. Ocho heridos, casi todos a botellazos. Nada que ver, muy lejos, con la noticia de una reyerta contada por Lorca: “Aquí pasó lo de siempre, han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses”.

Garrucha y sus reyertas ya no tienen que ver con Lorca, como tampoco el resto de Almería, donde las Bodas de sangre han encontrado sustitutos en la mafia de El Ejido.

Garrucha es ya una metáfora de la España que no negocia, la España de los principios. Porque se negocia todo menos los principios, aunque si es preciso se cita a Groucho Marx para decir que los podemos cambiar por otros.

La oferta de Rivera a Rajoy, por ejemplo. Hay muchos principios implicados. Tantos que salpican al tercer presunto implicado en el negocio: el PSOE, que esgrime para criticar el invento que le ha pillado con el pie cambiado que la oferta de Ciudadanos no contiene medidas sociales. Pues vale. ¿Es que no se podían imponer medidas sociales desde un Parlamento que tuviera al Gobierno del PP en minoría?

El PSOE ha utilizado constantemente la palabra principios para hablar de la crisis en que vivimos. Yo creo que, teniendo muy claros los principios, se puede negociar casi todo. Ciudadanos se ha apuntado un tanto muy valioso al presentarse ante la opinión pública como un partido capaz de cambiar sus condiciones (principios) para conseguir un fin superior.

La pregunta es: ¿no podían haberse puesto de acuerdo el PSOE y Ciudadanos para hacerle al PP una buena encerrona con el precio de las gambas?

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