Los jubilados dependientes acusan los recortes sociales
Las deficiencias en los centros de atención en Holanda ponen en alerta el Estado de bienestar
La Agrupación Nacional holandesa para la Tercera Edad señala que en 2015 había en el país unos tres millones de pensionistas de 65 o más años (en una población de 17 millones). De estos, 700.000 tienen 80 años y pertenecen al grupo del denominado doble envejecimiento: los mayores de entre los mayores. El año pasado, el Gobierno cifró en 129.000 los jubilados ingresados en cerca de 2.323 residencias públicas con diversos grados de ayuda. Desde hogares de ancianos con apoyo gradual y regular, a otros para dependientes con dedicación completa. La publicación de una lista de 150 de estos últimos, que señalaba sus deficiencias desvelando además el nombre y ubicación, ha erizado al sector. En 11, la situación era desastrosa.
El Ministerio de Sanidad pidió a sus inspectores que se fijaran en la seguridad, trato y control de los medicamentos prescritos a los residentes. Su titular, Martin van Rijn, aseguró en el Congreso que “las manzanas podridas deben mejorar o cerrar”. El problema es que su alocución no incluyó las reformas constatadas —y reportadas— por la inspección antes de que el informe llegara en julio a los diputados. Al ser increpado por los directores de los centros señalados, Van Rijn reculó diciendo que tras el verano presentará un informe actualizado.
El choque ha oscurecido el problema subyacente, derivado de los recortes del Estado de bienestar. Los Ayuntamientos tienen menos presupuesto para gestionar la ayuda a los pensionistas y también se ha reducido el personal de las residencias. Si los ancianos precisan cuidados completos, pueden ingresar en un centro (con alzhéimer, siempre). El resto es asistido a domicilio por profesionales, voluntarios, familia, amigos o vecinos. La solución es moralmente edificante, pero los 2.300 millones de euros que el Estado pensaba ahorrar así en 2015 tienen ya un coste humano. En 2014, la Oficina Central de Estadística apuntó que el 40% de los mayores en casa considera rápido e insuficiente el apoyo. El 51% de los que ayudan admite que no pueden prestarles la atención necesaria. Difícil de evitar, el resultado tiene nombre propio: soledad.
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