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CLAVES
Columna
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‘Je récuse’

Delincuente o no, De Alfonso es un juez indeseable porque encarna precisamente la negación de toda “independencia"

Xavier Vidal-Folch
Daniel de Alfonso comparece ante el Parlamento.
Daniel de Alfonso comparece ante el Parlamento.Carles Ribas

El cómplice de Fernández en la putrefacta conjura que fabricaba falsos delitos contra los soberanistas catalanes vuelve a ser juez: máxima alerta, ciudadanos, protéjanse de este peligro público.

Daniel de Alfonso, exempleado de Artur Mas como director de la oficina Antifraude de Cataluña, fue ominosamente destituido por el Parlamento catalán al conocerse las cintas que le grabaron con el (presunto) ministro.

Las cintas, ¿recuerdan? En las que proponía a su amiguito “dosificar” la información entera o parcialmente falsa para destruir a las personas que convertía en objetivos. E ilustraba su calidad moral: “Soy partidario de asestar el golpe cuando el golpe va a acabar con el animal”, entendiendo por animal sacrificable a todo separatista viviente, y familia.

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A De Alfonso la Fiscalía le ha abierto diligencias por si cometió los delitos de prevaricación (dictar resoluciones a sabiendas de que son injustas), revelación de secretos y malversación de caudales públicos. Hay pocos así, pero contumaces, como el prevaricador exjuez Gómez de Liaño, que acabó como abogado de Luis Bárcenas, vaya puertas giratorias. ¿Acaso los jueces y los colegios de abogados admiten a cualquier perillán?

Las diligencias son de cajón. Pero él pidió reingresar a la carrera judicial, en la Audiencia de Barcelona. El archicorporativo Consejo del Poder Judicial se lo ha concedido, pese a la certera protesta de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura. Esta advierte del “daño” causado porque “conlleva la pérdida de la apariencia de independencia e imparcialidad” requerida a un juez.

Delincuente o no, De Alfonso es un juez indeseable porque encarna precisamente la negación de toda “independencia” exigida en los artículos 12 y siguientes de la Ley Orgánica del Poder Judicial, al ponerse de mayordomo servil del (presunto) ministro.

Entre las 16 causas de recusación de un juez (art. 219) figura la “enemistad manifiesta” con cualquiera de las partes. Pues entonces, todo demócrata que considere infame espiar y fabricar pruebas mendaces a cualquiera por su ideología (aunque no la comparta) debe considerarse objeto de su “enemistad manifiesta”, y viceversa. Así que homenajeemos a Zola con un masivo: Je récuse.

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