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Harry Patter
Columna
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‘Non Stop (sin escalas)’ |Un bebé volador

Volar siempre me inquieta. Y hacerlo con un bebé ya es modalidad Premium de nervios

Liam Neeson te detendrá si tu bebé llora durante el vuelo.
Liam Neeson te detendrá si tu bebé llora durante el vuelo.

Volar siempre me inquieta. Y haber viajado con un bebé ya fue modalidad Premium de nervios.

Al menos empezamos bien. En el control de acceso del aeropuerto de Barcelona encontramos una fila especial para familias, con amables policías que nos dieron todo el tiempo del mundo para pasar los tratos infantiles por el escáner, carrito incluido. Pero en varios aeropuertos americanos sufrimos colas enormes y mixtas (de “niñeros” y sin niños) con policías gruñones, supongo que expulsados de Guantánamo por mal carácter.

La mayoría de padres que viajamos con bebé ni somos traficantes ni terroristas. Así que inspeccionarnos como a tales, con órdenes gritadas sin vocalizar en un idioma que no es el nuestro, mientras el bebé llora y hay que controlar maletas y trastos y pasaportes, no es el idílico inicio de vacaciones que uno espera.

A nivel práctico: te dejan pasar una botella de agua (aunque debes recalcar que es para el bebé, no para explosivos), polvos de biberón y medicamentos. Y puedes ir con su cochecito hasta la puerta de embarque, donde le pondrán una etiqueta y lo doblarán más que a un Transformer bailarina. (Al salir del avión los carritos os estarán esperando junto a la puerta).

A las familias las dejan embarcar primero, así que no hay que vivir la típica marabunta zombie para colocar la maleta en el portaequipajes. Te instalas de los primeros y… ¿a gozar ya? Nooooooooooooooo.

¿Sabéis las típicas personas adorables que sonríen cuando ven un bebé y quieren ganarse su cariño? Pues no suelen viajar en avión.

En cambio, no faltan nunca los de resoplido y mirada de “buf, 5 horas atrapado con un bebé, matadme”. Su odio silencioso te crispará durante todo el viaje.

Según la compañía, los bebés pagan distintos precios (pero todas te clavan) y o los llevas encima o pueden ir en la cuna que las azafatas te prepararán. Ojo, que solo las tienen para vuelos intercontinentales. Si es nacional (directo o de conexión, que en macropaíses tipo EE UU pueden llegar a durar 9 horas), pues te fastidias.

De cunas hay pocas y casi nunca pueden reservarse por Internet, así que tras varias llamadas de 902 a las aerolíneas, el único recurso era llegar pronto al mostrador y dar pena para conseguir una.

Los pediatras recomiendan dar teta en los momentos de despegue y aterrizaje, para que el bebé no se asuste con el cambio de presión. (Esto no sirve con los padres, por miedo que tengamos, porque con las azafatas mirando queda feo).

Es vital llevar litros de agua (porque el personal no siempre está en plan camarero a ver qué nos falta), muchos pañales, ropa de recambio y juguetes para entretener (de los que no hacen ruido, para no cabrear más a los de al lado). Si el bebé se duerme, asegúrate de que está bien protegido y aprovecha para descansar tú.

Si el vuelo se te hace largo, piensa en lo felices que seréis al llegar al destino: sobre todo si volvéis a casa y no tenéis que pillar otro maldito avión en meses.

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