La fatiga del héroe
A sus 74 años, Harrison Ford volverá a ser Indiana Jones. El tiempo también pasa por el temerario arqueólogo y profesor, pero poco importa. Spielberg dirigirá la quinta entrega y dudo que no aproveche a su favor las canas y la artrosis del actor. Afortunadamente quedó atrás la idea de refundar al personaje de la mano de Bradley Cooper o de ¡ay! Robert Pattinson, superhéroes respectivamente de la saga de beodos Resacón en Las Vegas y de la de vampiros Crepúsculo. Ambos, a mi juicio, imposibles sustitutos del irrefutable Ford. A Cooper le falta porte clásico y Pattinson, en fin… ¿alguna vez tuvo algo?
Desconocemos la edad de James Bond, tiene la misma desde su nacimiento, en 1962, pero el tiempo tampoco le perdona. ¿Existe algo más desfasado que un tipo que anda por la vida de casino en casino con esmoquin, pistola y un cóctel de martini “shaken, not stirred” en ristre? Desde que Daniel Craig anunció que dejaba la popular franquicia no cesan las quinielas. Entre los candidatos a un nuevo 007 suenan los británicos Tom Hiddleston, Tom Hardy e Idris Elba. En mi caso, sólo haría cola en el cine si el elegido fuese este último. Pero el Stringer Bell de The Wire no parece muy dispuesto a pasar a la historia como el Bond negro, así que nos quedaremos con las ganas de semejante festín posracial.
En cualquier caso, el verdadero debate no es quién será el nuevo 007, sino si tiene algún sentido mantenerlo vivo. Son muchos los que claman que después de más de medio siglo de servicio ha llegado la hora de que el agente se acoja a su merecido retiro. Sin duda es oportuno replantearse la vigencia de un personaje que nació a la luz de la guerra fría y cuyos ademanes de galán remilgado hoy resultan algo patéticos.
A su manera, el 007 interpretado por Daniel Craig (el último en reflotar la historia) nos ha mostrado a un héroe diferente, crepuscular y taciturno, sumido en una permanente melancolía que ha dejado al personaje en la actual encrucijada. Con Spectre (2015) se cerraba un ciclo que nacía en 2006 con Casino Royale, siguió en 2008 con Quantum of solace y en 2012 con Skyfall. Por si lo han olvidado, Spectre arrancaba en México, en pleno Día de Todos los Muertos y con Craig con una máscara en forma de calavera. Macabro detalle en el que muchos críticos detectaron un poco sutil aviso a navegantes.
Bond, con ese rollo hortera tan propio del Principado de Mónaco, nunca fue mi tipo de héroe. Prefiero a Indiana: látigo, sombrero, reliquias polvorientas, libros por doquier y ese irrefrenable instinto para creerse enamorado cuando, ya saben, los héroes nunca se enamoran. Sin embargo todos tenemos a nuestro Bond favorito. El lugar común es decir que ninguno ha sido como Sean Connery. Quizá el escocés es mejor que Roger Moore, Timothy Dalton o el cursi de Pierce Brosnan pero para mí ninguno ha estado a la altura de Daniel Craig. Ese aire de hombre cenizo, siempre apesadumbrado y con cara de disgusto me ha llevado a ver de forma casi compulsiva Casino Royale. No es la mejor película Bond, pero es la mía. Se ha dicho, y con razón, que con este filme se toma un nuevo rumbo en la serie al convertir al propio agente en la primera chica Bond. Es decir, si hay un objeto sexual en Casino Royale ese es Craig, que nos brinda un posado a lo Ursula Andress que ha marcado el clímax de su reinado. Será difícil superar su potencia sexual. También su cara de palo. Durante la promoción de Spectre un periodista entusiasta le preguntó al actor qué podemos aprender de James Bond para nuestras vidas cotidianas. Y el imperturbable Craig respondió con la sinceridad propia de un héroe finiquitado: “Nada”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.