Una filosofía para su presente
La filosofía es hoy como un adorno de Lladró y tenemos parte de responsabilidad
Hace unos años fui invitado a un programa divulgativo de la televisión pública para reflexionar sobre la sugerente cuestión de “¿Por qué no nos rebelamos?”. Antes de entrar en plató, el productor nos preparó para lo que iba a venir con una sonrisa cómplice: “Es una tertulia filosófica, ya sabéis… No es algo que deba servir para hablar de la coyuntura política…”. El mensaje tuvo sentido poco después. Cuanto más trataba de aterrizar la cuestión y dar ejemplos concretos de cómo la gente se estaba efectivamente rebelando (desahucios, protestas de Gamonal, ley del aborto, etc.), más insistía, incómodo, el moderador con preguntas muy generales: ¿"ha muerto el hombre rebelde"?; "¿qué es rebelarse?"). Por lo visto, por no elevar la pregunta a respuestas muy generales y no comprometidas con la actualidad, no era para él suficientemente filósofo.
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Si traigo a colación esta anécdota para contestar a la pregunta de si está perdiendo la filosofía el lugar que merece en nuestra sociedad es porque creo que, independientemente de su indudable desvalorización como disciplina en una sociedad regida unilateralmente por criterios instrumentales, está siendo a su vez reducida a un valor de adorno. Un adorno anacrónico pero abrillantador. Como una figurita de Lladró. Y parte de responsabilidad es nuestra.
Es un secreto a voces que nuestra labor como profesores de filosofía está siendo amenazada por una burocratización absurda y unas exigencias kafkianas de evaluación que nada tienen que ver con lo que debería ser nuestra función social y pedagógica, pero es preciso hacer autocrítica y escapar de la tentación corporativista. Si en otros tiempos el gran enemigo de la filosofía era el desconocimiento, hoy lo son el ruido y la sobresaturación informativa. Frente a ellos, la filosofía no puede ser otra cosa que hija de su tiempo y sus deseos. Su existencia depende de las carencias que siempre existen en la realidad.
Si la filosofía es parasitaria de su presente, ¿por qué no hacerla intervenir en él contaminándose con sus problemas aparentemente más concretos? O hacemos “pensamiento del presente”, dejándonos llevar y motivar por los movimientos o deseos de las luchas sociales y saboteamos la usual compartimentación y división académica entre disciplinas del saber ejerciendo un trabajo de traducción interdisciplinar entre materias haciéndolas comprensibles o los filósofos y filósofas mereceremos morir de inanición. Nuestras Facultades están llenas de zombies y moribundas por la entronización de criterios empresariales, pero también por esta desvinculación de nuestro presente.
Germán Cano es profesor de filosofía de la UAH.
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