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Historia de un vestido

La confección de este vestido de la colección primavera-verano 2016 de Delpozo exigió 25 horas de trabajo.
La confección de este vestido de la colección primavera-verano 2016 de Delpozo exigió 25 horas de trabajo.

Debutó en sociedad el pasado mes de septiembre en Nueva York y solo unos meses después ya es pieza de museo: este vestido de Delpozo (en la imagen de la izquierda) se codea con un mcqueen y un galliano en el Modemuseum Hasselt de Bélgica dentro de la exposición Haute-à-Porter, dedicada a los límites difusos entre la alta costura y el prêt-à-porter. Una trayectoria que demuestra la dimensión que ha alcanzado la firma en menos de cuatro años con Josep Font al frente. Embarcado en las colecciones resort, verano y pre-fall de 2017, y con la cabeza puesta en la reciente apertura de una nueva tienda en Londres, al diseñador se le antoja lejana la génesis de esta creación: “Estoy ahora con tres colecciones. ¡Tres! Cuando me preguntan, digo: ‘¿De cuál me hablas?’. Es demasiado, pero le sigo poniendo pasión, es mi forma de ser”.

La inspiración no llega, “se trabaja”, puntualiza. El barcelonés suele combinar como punto de partida dos temas diferentes. En este caso son Emilie Flöge, musa y amante del pintor Gustav Klimt, y el Romancero gitano, de Lorca: “Nada que ver”. Elegidos los argumentos, Font y su equipo acotan las aproximaciones: “Me interesaba el tema de los volantes, pero quería darle una vuelta, no que la gente viera ni Andalucía ni España en el desfile aunque estuviesen ahí”. Reconoce que no siempre es fácil conjugar inspiraciones tan dispares, pero el desafío vale la pena: “Es más caótico, pero el resultado es muy especial”.

Solo existen 26 unidades de este vestido más una versión especial realizada para una clienta de Oriente Próximo.pulsa en la fotoSolo existen 26 unidades de este vestido más una versión especial realizada para una clienta de Oriente Próximo.

En función de los motivos, se trabajan una serie de volúmenes que dan coherencia a la colección. Construcciones que alimentan el ADN de la firma bajo los vestidos, faldas y pantalones. Es en estas estructuras donde el equipo invierte muchas horas de investigación, en un proceso complejo y lento. “A veces, cuando no acabamos de encontrar la solución, surge la duda: ‘¿Y si lo hacemos solo para el desfile?’. Pero no, no, no. Si no lo puede usar la gente, ¿para qué enseñarlo?”. En este punto, Font pregunta a alguien de su equipo si puede traer uno de sus cancanes. Aparece con uno semitransparente y muy ligero: “No pesa nada. Y con él te puedes sentar, mover y bailar. Algo tan sencillo es muy complicado de hacer. Este nos llevó seis meses”.

A su llegada a delpozo, josep font se propuso recuperar técnicas como el bordado con un enfoque moderno.

Una vez llegado este punto es cuando la colección empieza a echar el vuelo. “Aunque en realidad con este vestido empezamos por el bordado”, recuerda. Para decorar la sobrefalda se emplearon 52 horas. Este tipo de trabajos tan minuciosos colocan a la firma en el terreno de la moda demi-couture, a medio camino entre el prêt-à-porter y la alta costura. No son piezas únicas, pero el tipo de elaboración y los procesos no tienen nada que envidiar a las creaciones artesanales que desfilan en la Semana de la Alta Costura de París. “Cuando llegué a esta casa, uno de mis objetivos fue buscar nuevos códigos. Quería empezar con el bordado, volver a usar la técnica y hacerla moderna. Era una profesión que estaba en decadencia, no había gente joven que la realizara”. Con este espíritu de renovación, Delpozo incorporó en su equipo a alumnos de la reputada escuela Lesage de París. “Es más difícil encontrar una bordadora que un arquitecto o un médico”, bromea. De este modo, la firma crea diseños de un lujo más joven, fresco y moderno, al mismo tiempo que reivindica un regreso a las cosas bien hechas, una noción que también se manifiesta en el uso del color y los tejidos.

Fueron necesarios 10 días de desarrollo para resolver la ecuación de este vestido: “Es una especie de pañuelo al bies que recoge el cuerpo. Cuando te mueves parece rígido, pero no lo es. Al ponértelo queda completamente ceñido. Jamás se caerá, nunca te lo subirás. Puesto queda impecable”. A la vista destaca por su sencillez. Pero en su interior todo son estratagemas para lograr el volumen y la comodidad deseados: “Después de tanta complejidad, la gracia es que no parezcan recargados ni barrocos”.

Cada parte del proceso cuenta y es importante, pero el momento decisivo llega cuando la prenda se da por acabada: “Cuando dices: ‘Está perfecta, ya me la pueden quitar de encima”, ríe. ¿Es Josep Font un perfeccionista? “Sí, demasiado. Pero eso es bueno, porque si no, el resultado no sería así. Aunque se sufre mucho”.

Terminado el prototipo, llega la fase de confección, que en este caso llevó 25 horas. La mayoría de las prendas se elaboran en sus talleres, en el edificio que Delpozo tiene en el centro de Madrid. La firma de Jesús del Pozo, que empezó su nueva andadura en 2012 bajo el impulso económico de Perfumes y Diseño y la dirección creativa de Font con un equipo de apenas 20 personas, ya llega al centenar. Y las instalaciones se han quedado tan pequeñas que el traslado a una nueva sede es inminente.

“a pesar de tanta complejidad, la gracia es que no parezcan creaciones barrocas”, dice el diseñador.

El siguiente paso consiste en realizar la campaña de imagen. En la foto, la misma modelo que lo lució en pasarela danza encima de unas modernas alpargatas con plataforma. Una imagen trabajada que, lamenta Font, se quemará en horas por la voracidad del mundo digital, que “te obliga a seguir un ritmo muy bestia”.

El vestido debuta ante la prensa en la Semana de la Moda de Nueva York, bajo la atenta mirada de compradores y prensa especializada. Seis meses de trabajo condensados en una presentación de 20 minutos. La vocación internacional de la firma ha sido clave para su despegue. Después del primer desfile en la Gran Manzana, los gigantes del e-commerce Net-A-Porter y Moda Operandi la apoyaron con sus compras, introduciéndola en el mercado global del lujo. Diez meses después, la muestra del diseño reposa en el showroom de la primera planta de Delpozo, a la espera de que alguna estilista lo reclame para una producción de fotos. Mientras, algunas de las unidades a la venta en España, EE UU, Suiza, Japón y China ya han encontrado dueña, como una versión especial con falda de tul larga que viajó hasta Oriente Próximo.

Pero la historia no termina aquí, en realidad es solo el principio. Gracias a las redes sociales, Font puede seguir el rastro de algunas de sus creaciones. Cuando llega a casa, después de ducharse para sacarse el día de encima, se pone a navegar: “Es muy curioso, ves a mujeres de todo el mundo que se hacen fotos con sus delpozos y te etiquetan. Se han puesto sus zapatos, otros peinados… Señoras rusas, americanas, chinas… que están estupendas. Y eso me encanta”.

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