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Historia de un vestido La excentricidad de Emilie Flöge, musa de Gustav Klimt, y la pasión del ‘Romancero gitano’ inspiraron las puntadas de esta exquisita pieza de Delpozo. Fueron necesarias 52 horas para el bordado y 25 para la confección, todo un lujo en la era de la moda rápida. Vanesa Lorenzo apenas pensó qué prenda escoger para este reportaje. Lo tenía claro. Su pieza favorita es el recuerdo vivo de un sueño conseguido con esfuerzo. Por eso, la modelo y pareja del excapitán del Barça Carles Puyol, la guarda con tanto cariño y recurre a ella con exagerada frecuencia. Es un sueño porque Lorenzo, contando ya con una reconocida carrera sobre la pasarela, quiso lanzar su propia firma de ropa y optó por el camino menos atractivo. Bajó el ritmo de su carrera profesional, en contra de las recomendaciones de sus agentes, y se matriculó en una escuela de diseño. Años más tarde y ya con la formación necesaria, la modelo lanzó su primera colección, en la que el protagonista tenía nombre propio: Tíbet, un chaleco de piel color camel cuyo diseño se le ocurrió al ver, mientras hojeaba 'El País Semanal', una foto de un tibetano con un enorme abrigo de color claro. “Ha sido, quizás, la pieza más difícil, pero también la que más alegrías me ha dado como diseñadora”, se sincera. Su secreto fue creer en ella, confiesa la modelo. La prenda era la más cara de la colección y, contra pronóstico, se vendió de maravilla. Por eso, para Lorenzo fue como una bocanada de aire que le dio energía en sus primeros pasos como diseñadora. “Me hizo creer que quizás no lo había hecho tan mal”, asegura la modelo, que está embarazada de su segundo hijo. Ahora tiene la Tíbet en más colores e incluso quiere adaptarla para niños. La diseñadora se ha sumado al equipo de The Animals Observatory, donde está desarrollando una línea infantil en la que este chaleco, esta vez en tejido sintético, volverá a ser la estrella. “Lo más importante a la hora de diseñar para niños es respetar su infancia y usar tejidos cómodos. Con ellos hay un abanico de posibilidades mucho más amplio porque son más libres. Te puedes pasar de la raya y es muy divertido”. Xevi muntane Adriana Ugarte guarda en el armario un vestido blanco. Acumula más de seis décadas de lavados, pero es radiante y pulcro como su abuela, la primera dueña. “Para mí simboliza un tipo de mujer limpia, que cuida los detalles incluso de lo que no se ve”, explica la actriz. Repasando su armario, Ugarte se da cuenta de que no es el único regalo de un familiar que guarda tras sus puertas, sino que es toda una coleccionista de recuerdos. Conserva un conjunto de ropa interior con el que aparece en 'Tiempo sin aire', una de sus últimas películas, una bufanda de su padre, un body negro de encaje también de su abuela… “Es como estar con ellos”, asegura sorprendida de su hasta ahora desconocida afición. Pero no son reliquias que se apolillan en su armario, los usa para ir al cine, a tomar un café o para salir a dar un paseo. “De otra forma me daría pena. Me gusta que sean recuerdos vivos”, matiza la actriz. Tiene por delante una temporada cargada de nuevos proyectos, curiosamente son películas dramáticas casi todas ellas. “No sé por qué, con lo que me gusta reírme”, se lamenta risueña. En diciembre se estrena 'Palmeras en la nieve', un drama en el que interpreta a Clarence, una mujer que emprende un viaje en busca de respuestas a la colonia Fernando Poo (ahora Bioko), territorio que formó parte de la Guinea Española hasta 1968. Además, la actriz protagoniza, junto a Emma Suárez, 'Silencio', la nueva película de Pedro Almodóvar. “Es un privilegio trabajar con él, me ha roto los esquemas”, se sincera. Es la primera vez que Ugarte se pone a las órdenes del cineasta y ha tenido que cambiar su imagen radicalmente. En 'Silencio' aparece con el pelo corto, rubio y muy rockera. “Al principio me sentía un poco rara. Pero no es que estés distinta, es que eres otra”. Xevi Muntane Ouka Leele llega a la sesión de fotos con una partitura bajo el brazo, silbando el 'Réquiem' de Mozart (más tarde tiene ensayo con el coro y orquesta Stradivari, al que pertenece) y con un par de zapatos rojos en el bolso. Ouka tiene 58 años y una trayectoria como artista que se remonta a los años ochenta, en plena movida madrileña. Pero su aspecto es distraído, como el de una Alicia que nunca hubiera salido de su país de las maravillas. Tiene mucho de niña, quizás por eso su prenda preferida es un par de merceditas rojas. Son de color sangre, pero que no lleve a engaño, en su fabricación no ha habido violencia alguna. Son veganos. “Me gustan porque es como si te los pudieras comer, no tienen nada animal”, sentencia la artista. Los compró en una pequeña tienda de calzado vegetariano y está muy orgullosa de ellos. No le fue fácil encontrar un zapato así. “Son muy monos, como de niña pequeña”, presume. Pero también son un símbolo, el de una vida de rechazo a la violencia. Con cuatro años Ouka Leele se escondía en el carrillo los trozos de carne que le servían en el plato y cuando nadie la miraba los tiraba. Siempre ha tonteado con ideas vegetarianas, pero es vegana radical desde hace solo dos años. “Una sociedad que banaliza el maltrato o la muerte es cruel y sangrienta”, condena. Ouka Leele es una artista comprometida que cree en el arte como un alimento del alma, pero también le reconoce una función social. “La foto de Aylan [el niño cuyo cadáver apareció en la orilla, una imagen que se ha convertido en el símbolo del drama que viven los refugiados sirios] es arte, porque ha conseguido el efecto que este tiene: remover las conciencias”, argumenta la fotógrafa. Xevi muntane Ana Locking tiene dos pasiones: el arte y el cine. “Me gustan los contadores de historias y me da igual si lo que narran es verdad o mentira”, asegura la diseñadora. Sus colecciones son muy autobiográficas, y, como no podía ser de otra forma, casi en todas ellas hay referencias a la gran pantalla. Es el caso de su prenda favorita, una sudadera de flores de una de sus colecciones más populares que tiene estampada a la altura del pecho la palabra McGuffin, el término con el que se denomina al elemento que en el cine de suspense hace avanzar la trama pero sin tener mayor relevancia argumental. La diseñadora devora películas, le da igual el género, pero se declara fan de Alfred Hitchcock, a quien en parte homenajea con esa colección. Ana Locking nunca pensó dedicarse al diseño de ropa. Algo que no deja de sorprender, ya que su madre era modista y ella creció rodeada de máquinas de coser y patrones. Pero nunca quiso sumergirse en ese mundo porque entendía que era superficial y se sentía más atraída por la creación artística. Pero de casta le viene al galgo, y esos largos días viendo a su madre trabajar en el taller acabaron por despertar un interés que parecía dormido. “Empecé diseñando accesorios, pero se me quedaba corto”, cuenta. Ahora ha conseguido encontrar un medio de expresión en la ropa y también una manera de contar sus propias historias. Aunque sigue siendo crítica con este mundo. “La ropa no es arte. Un cuadro, una escultura, sí, porque resumen en sí mismos muchas emociones, pero una prenda por sí sola no lo consigue”, sentencia. Por eso, para que la moda sea capaz de transmitir, continúa, necesita valerse de los desfiles. Solo así logra tener una historia detrás. “Sin contar algo sobre mí o sobre mi entorno no sería capaz de hacer una colección”, asegura. Xevi muntane A la arquitecta Belén Moneo le gusta que le pregunten si su collar lo ha hecho ella. Le hace sentir halagada, porque está muy orgullosa de él, pero debe responder que no. Lo compró hace 15 años en Milán. Es una pequeña joya de artesanía hecha de cristal de Murano con la que se siente muy identificada. “Tiene un diseño complejo y es un ejemplo de lo que se consigue con el refinamiento de una técnica, de lo bonito que puede ser el ingenio. Además, al ser transparente admite cualquier color”, asegura. Moneo, que lidera el estudio Moneo Brock junto a su marido, el también arquitecto Jeff Brock, entiende la artesanía como el fruto de un trabajo cuidado, refinado y con mucho peso de tradición, por eso incorpora muchos elementos de la realizada en España en su trabajo. Pero cree que es un valor que se está perdiendo, sobre todo en España. “Siempre nos ha gustado ser modernos pero sin valorar el pasado. En Madrid, por ejemplo, urbanísticamente no se conservan tantos elementos antiguos como debería, porque no los hemos sabido proteger”, critica. La hija del prestigioso arquitecto Rafael Moneo intenta conseguir una unión productiva entre lo antiguo y lo moderno en sus construcciones, algo que ha tratado de hacer también en uno de sus últimos proyectos, una iglesia católica que ha levantado en Monterrey, México. “Queríamos construir un espacio donde buscar la conexión espiritual. No queríamos que fuera monumental, pero sí hemos respetado todos los elementos tradicionales: el campanario, la roseta, el baptisterio, las celosías… Pero no por ello deja de ser moderna”, explica. Xevi Muntane De punto, Begoña Villacís no tiene ni idea, pero sus dos hijas, sí. Tienen 10 y 8 años y su bisabuela les enseñó a coser. Y usaron lo aprendido para hacerle un cuello de punto a su madre. De color verde fosforito y con un enorme botón gris marengo que a Villacís le encanta. “No está bien terminado, pero eso tiene también su atractivo, las cosas perfectas no me terminan de gustar”, confiesa. La portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid reconoce que tiene una conexión emocional con ciertas prendas y admite que guarda en el armario ropa muy especial. “Conservo el camisón que llevaba cuando nacieron mis hijas, un bolso de mi abuela… Asocio la ropa con momentos especiales de mi vida”, explica. Villacís dice sentirse cómoda con muchos estilos, pero confiesa que sí cambia su forma de vestir en su faceta política, aunque siempre manteniendo su identidad. La política española se está nutriendo de rostros nuevos, jóvenes, y Villacís es uno de ellos. Lleva solo unos meses en la oposición del Ayuntamiento de Madrid, pero ya se aventura a señalar mejoras en el Consistorio. “Se ha conseguido un diálogo. Esa supuesta inestabilidad que se iba a producir con los partidos nuevos no se ha dado”, asegura. Reconoce que queda mucho por hacer en la capital, como mejorar los servicios de limpieza, pero cree que es pronto aún y prefiere conceder cierto margen al gobierno de la regidora Manuela Carmena. “Hay que darles una oportunidad”, matiza. Villacís dio el salto a la política en septiembre del año pasado. “Me gustaría ser alcaldesa, pero no a cualquier precio”, declara ante la última propuesta de Esperanza Aguirre sobre una moción de censura para dar a Ciudadanos el bastón de mando. Ahora lleva un ritmo frenético. “No me arrepiento, pero hay alguna mañana que me levanto y digo: ‘Dios mío, qué locura”, confiesa. Xevi muntane