Artesanía para crear vino, audacia para venderlo
Estas hermanas, cada una a su estilo, tienen mucho arte. Yolanda, la mayor, también la más alta, cuida vino con mente de ingeniera y espíritu de artesana. Carolina lo vende por el mundo sin que le quede un rincón por investigar ni aliento por intentarlo. Ellas son las hermanas valdueras, apelativo por el que se las conoce en la comarca de Ribera del Duero, denominación a la que pertenecen sus Bodegas Valduero, situadas en la localidad burgalesa de Gumiel de Mercado.
Quien llega por primera vez al viñedo y ve las 200 hectáreas de plantas cultivadas en vaso en perfecta alineación, recorre los túneles enterrados en los que se almacena y cría el vino, y olfatea los distintos aromas que, según la zona, se cuelan a través de las duelas de las barricas hasta impregnar el glorioso líquido, puede interpretar que el camino ha sido fácil. Pero Yolanda llegó a esta tierra, entonces ruda y poco acostumbrada a los forasteros, en 1985 recién licenciada en Ingeniería Agrónoma. “Mi padre me propuso alquilar una cooperativa y yo, con ese porcentaje de inconsciencia con el que se hacen las cosas importantes, tiré para delante”.
Con los recursos de ese negocio fue creándose la bodega actual. “Han sido 30 años de trabajo, pero en este proyecto hemos tenido la suerte de confluir tres personas muy complementarias”, explica Yolanda, que actualmente es la única mujer que forma parte del pleno del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero.
“Yolanda definió el tipo de viñedo que quería, de guarda, de calidad”, añade Carolina. “Mi padre fue el que se dedicó a comprar la tierra. Y yo vendo. Es lo mío. Desde el principio teníamos claro que España era solo una provincia del mundo y en 1992 empezamos a viajar. Primero Europa; luego Sudamérica, Estados Unidos, Asia…”.
En la actualidad producen unas 600.000 botellas al año y el 65% se dedican a la exportación. “Con la crisis económica, las ventas en España sufrieron caídas terribles, alrededor de un 60%. Nosotros, gracias a esta política, hemos podido sortear medio bien un temporal que ha barrido a muchas bodegas”, continúa Carolina.
Durante el recorrido por el campo, Yolanda se agacha una y otra vez. Sus manos, tatuadas con cortes aquí y allá, no pueden evitar ir a lo suyo: quitar unas hojas, eliminar una yema, limpiar un pulgar de la vid. “Me gusta mucho hacer vino”, explica a modo de disculpa, “pero me gusta más hacer uva. La tierra tiene algo especial. Te devuelve lo que le das. Realizamos una viticultura muy respetuosa, no dejo que crezcan más de seis u ocho racimos por planta para conseguir mayor calidad, la vendimia se hace a mano para seleccionar los mejores… Somos una de las pocas bodegas que algún año han renunciado a elaborar vino porque la cosecha no les ha gustado. Esto nos da mucha libertad frente a los clientes porque saben que solo les damos lo mejor”.
Los premios internacionales respaldan esta afirmación: del crianza al niño mimado de la casa, el Valduero 12 años, que en 2013 consiguió la gran medalla de oro del Concurso Mundial de Bruselas entre más de 8.500 participantes de 50 países. Incluso un sorprendente blanco en tierra de tintos, el García Viadero Albillo, que recibió una medalla de oro en Berlín.
Las hermanas posan y recuerdan los comienzos; también los tropiezos. Yolanda mira al cielo claro y sentencia: “Este va a ser un buen año, lo noto en los huesos”.
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