Banca y debilidad europea
La culminación de la unión bancaria sería una última respuesta a los impulsos desintegradores del Brexit
Desde hace dos semanas, Europa observa Reino Unido con una mezcla de estupor y preocupación. Ante todo, porque la decisión de los votantes británicos de salir de la UE es un acto sorprendentemente autodestructivo para la economía de un país que había superado la crisis a más velocidad que otros. Pero además, porque los Gobiernos europeos se preguntan qué consecuencias tendrá el voto para sus economías, todavía débiles debido a los años de recesión.
La respuesta es que el Brexit, en teoría, debería ser una conmoción manejable para el resto de la UE. Es más, deberían incluso surgir oportunidades nuevas, dada la inevitable emigración de empresas y trabajadores de Reino Unido en los próximos meses. Ahora bien, la fragilidad de la eurozona, sobre todo la relacionada con el sistema bancario, hace que para los dirigentes europeos sea difícil encontrar una reacción apropiada a los resultados del referéndum del 23 de junio.
La repercusión del Brexit en Reino Unido va mucho más allá de la devaluación instantánea de la libra. Ya son visibles los efectos en el mercado inmobiliario, en especial el de Londres, después de que varios fondos hayan prohibido a los inversores retirar sus capitales. Tardaremos años en saber cuál va a ser el estatus comercial de Gran Bretaña respecto a la UE. Y esa incertidumbre disuadirá de hacer nuevas inversiones, mientras que la depreciación de la libra impulsará la inflación y reducirá el poder adquisitivo de las familias. El resultado será un brusco frenazo del crecimiento del país y un incremento del paro.
Los vínculos directos entre Reino Unido y el resto de la eurozona son relativamente limitados. Gran Bretaña no recibe más que el 10% de las exportaciones del resto de la UE. El impacto se sentirá más en países como Irlanda y Alemania, que tienen lazos comerciales más fuertes. En teoría, el Brexit puede crear nuevas oportunidades. La principal, en el sector de los servicios financieros, que en la actualidad pueden trabajar en toda la UE desde la City gracias al llamado pasaporte. Sin un acuerdo de este tipo, es posible que muchos bancos decidan trasladar parte de sus operaciones al resto de la Unión, quizá incluso para satisfacer nuevos requisitos reguladores. Los traslados no serían muchos: las leyes que limitan el despido y los impuestos relativamente elevados hacen que muchos países de la UE sean poco apetecibles.
Tardaremos años en saber cuál va a ser el estatus comercial de Gran Bretaña respecto a la UE
El principal problema para la UE es que la conmoción del referéndum británico llega en un contexto de lenta recuperación y debilidades bancarias generalizadas. El país en el que más visibles son estas dificultades es Italia, cuyas instituciones crediticias se encuentran aplastadas por el peso de más de 350.000 millones en créditos deteriorados. El clima de aversión al riesgo creado por el Brexit en los mercados ha llevado a los inversores a vender sus acciones de bancos italianos. El Monte dei Paschi de Siena, el tercer banco más importante de Italia, tiene hoy una capitalización en Bolsa inferior a 1.000 millones. Los problemas de la banca italiana se resolverán fundamentalmente con intervenciones nacionales. En Italia, los procedimientos para recuperar las garantías que cubren los préstamos tardan demasiado tiempo, y eso disminuye el precio que están dispuestos a ofrecer los fondos especializados para comprar los paquetes de créditos deteriorados por los bancos. El Gobierno trata de reducir los plazos, pero la lentitud de los tribunales italianos seguirá asfixiando el sistema.
No obstante, la fragilidad de algunos bancos europeos deriva de la debilidad de las instituciones comunitarias. La unión bancaria, que debería cortar el vínculo que une a los Gobiernos con los bancos de sus países, no se ha completado: falta una garantía común de depósitos que refuerce los sistemas de crédito en países con debilidad de las finanzas públicas. Las condiciones de recapitalización directa de los bancos mediante el fondo de rescate de los Estados (el Mecanismo Europeo de Estabilidad) son todavía demasiado complejas y pesadas.
La culminación del proyecto de unión bancaria sería una última respuesta a los impulsos desintegradores generados por el Brexit. Por desgracia, es difícil que se produzca; las divergencias entre países como Italia y Alemania siguen siendo las mismas.
En los últimos años, Reino Unido no ha sido casi nunca un obstáculo para el fortalecimiento de la eurozona. Es engañoso pensar que su marcha puede contribuir a acelerar el proceso.
Ferdinando Giugliano es corresponsal económico de La Repubblica.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
© Lena (Leading European Newspaper Alliance)
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