En los márgenes de Europa

Las sucesivas reuniones políticas al más alto nivel que se están sucediendo en Europa desde que el jueves se conociera la victoria de los partidarios de que Reino Unido abandone la UE han tenido, hasta ahora, una característica común: la ausencia de España.

Dicha ausencia, aunque viene de lejos y tiene que ver con el bajo perfil internacional de Mariano Rajoy, es otra consecuencia más del periodo de incertidumbre debido a la repetición de elecciones. Por si faltaran razones para una rápida formación de Gobierno, aquí hay una más, y bien poderosa. En unos momentos cruciales para la redefinición de la idea misma del proyecto europeo, es imprescindible que la voz de España se escuche. Por economía —la cuarta de la zona euro—, población, historia e influencia internacional, especialmente en Latinoamérica, debe estar presente en los foros en los que se tratan estas cuestiones. Que a estas alturas los seis miembros fundadores se consideren legitimados para reunirse por su cuenta y no invitar a un país como España dice poco de la capacidad de la diplomacia para hacerse valer.

Claro que Mariano Rajoy, con su habitual indefinición, tampoco se lo ha puesto difícil. A mediados de mes auguró que el Brexit sería “una catástrofe”. La semana pasada, tras el resultado, pidió “serenidad y tranquilidad”. Y hasta ayer guardó silencio. Mientras, el italiano Matteo Renzi ha creado un activísimo eje Roma-París-Berlín que se perfila como el principal gestor de la crisis.

Por su vocación europeísta y por los importantísimos lazos que unen a nuestra economía con la británica, el Brexit constituye un asunto de máxima prioridad. Urge, por tanto, conocer cómo va a defender el Gobierno los intereses de España, y cómo va a contribuir a que se refuerce la Unión Europea en un momento crítico. Pero para eso hay que estar presente, no ausente.