El gurú ha hablado
Gucci desfiló ayer en la Semana de la Moda de Milán convertido en líder espiritual de una industria en pleno proceso de cambio
Imagine un empollón, un dandi del XIX, un punk y un frágil lord inglés (pero de los que sólo existen en la literatura). Júntelos y aún así, si no ha visto el desfile que Gucci ofreció ayer, es imposible que se haga una idea de lo bien que se llevan. La cuarta colección masculina de Alessandro Michele, director creativo de la casa, estaba inspirada en la idea romántica del viaje. Lo cual quiere decir, en el idioma de Michele, que la primavera de 2017 el hombre Gucci llevará batín con motivos orientales sobre un esmoquin, chándal de aire vintage con gafas de ver, trajes de satén arrugado, un jersey con el pato Donald o guerreras con pasamanería y detalles de astracán como recién sacadas de un baúl. También gorritos y chubasqueros marineros, tan deseables que le hacen a uno cuestionarse su propio complejo de Peter Pan. Nada de lo anterior sugiere exactamente desplazamientos de un sitio a otro ("odio viajar", declaraba el diseñador en el backstage), sino un proceso interior: hay capas y capas de recuerdos, nostalgia y esteticismo en la ropa que Michele diseña.
Gucci se ha convertido en la marca más influyente del mundo de la moda desde que está bajo la batuta de este italiano, eterna mano derecha de Frida Giannini hasta que esta abdicó hace un año y medio. Su estilo andrógino, barroco y controladamente feísta, toca los temas candentes del género y de la necesidad por parte de la moda de priorizar la creatividad si quiere seguir significando algo para alguien. Sus decisiones afectan a toda la industria, y no sólo por una cuestión de peso físico (está valorada como la tercera firma de lujo del mundo), sino estratégico: el de ayer fue el último desfile exclusivamente masculino antes de pasar a hacer una sola pasarela mixta por temporada, eventos que tendrán lugar en la monumental nueva sede que la casa tiene pendiente inaugurar en Via Mecenate, a las afueras de Milán.
Michele no es el único que ha optado por organizar dos shows anuales en vez de cuatro (Burberry y Bottega Veneta inaugurarán la tendencia el próximo septiembre), pero en su caso, forma y contenido van tan en sintonía que antes parece un movimiento coreografiado que lógica empresarial. Los analistas están contentos: Gucci volvió a crecer según sus últimas cifras, entregadas en abril, y ayer por la tarde, los tres pisos de su gran tienda de Montenapoleone en Milán eran un hervidero de clientes en busca de chaquetas vaqueras con bordados customizables (un servicio recién inaugurado, a su alcance por unos cuantos miles de euros) o los ya clásicos mocasines sin talón (estos, disponibles por pocos cientos). Que muchos de esos clientes fueran parte del público del desfile, dos horas antes, dice bastante acerca del 'efecto Michele'. Piénselo. Seguro que también usted conoce a alguien que conoce a alguien que está ahorrando o tiene una copia del mocasín, la cazadora u otro trocito de la estética más imitada de 2016.
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