Todo lo que debes saber sobre la copa menstrual y el sangrado libre
Desde que la CUP lo puso sobre la mesa los métodos alternativos a los tampones y las compresas han dado mucho de qué hablar. ¿Se puede llegar incluso a no usar ninguno?
Soy una usuaria relativamente nueva de los tampones. Empecé a insertármelos en 2003 —cuando ya llevaba más de quince años reglando—; sucedió cuando vine a España y me di cuenta de que para ser una mujer emancipada, como las europeas (o como yo pensaba que eran las europeas), debía aparcar de una vez y para siempre las compresas de mi vida. En mi país, Perú, los "paños" tenían nombres irónicos como Siempre Libre, Serena y, la más común, Mimosa, que durante mucho tiempo fue su nombre génerico, con lo que en tiempos de hiperinflación pedías "una mimosa" en la farmacia, como quien pide un cigarro suelto.
Aquellas mimosas, además de abultar visiblemente bragas y vaqueros —aún no se había desarrollado la alta tecnología ultradelgada con alas, ni yo tenía idea de lo queer—, despedían olor a hotel barato, y se adherían tan mal que se desplazaban y podían aparecer en tu cintura o en tu cuello. Lo peor es que, mientras se iban cargando de sangre, cada vez era más nítida la sensación de que tenías que caminar con un solomillo crudo o un filete de atún chorreante entre las piernas.
La sensación de liberación que me dieron los tampones fue algo muy de los 70 que yo viví tardíamente
La sensación de liberación que me dieron los tampones fue algo muy de los 70 que yo viví tardíamente, como tantas cosas, y ahí me quedé amodorrada, pensando que, si por fin había conseguido aprender el mecanismo de empujar el tubo interior a través del tubo exterior del Tampax, para qué iba a aprender otra cosa más. Por eso ya no probé la copa menstrual, y eso que un señor llamado Roland, comercial del producto, me persiguió durante años para que hiciera un artículo gonzo probándola y contando sus bondades. ¿Ya la has usado?, me escribió en 2012, y lo siguió haciendo en 2013, en 2014 y 2015, provocando mi odio visceral por la copa meluna. Y seguí usando el tampón y la compresa a la vez porque sangro como hemofílica.
De la polémica levantada a raíz de que la CUP propusiera la difusión de métodos antisistema entre las jóvenes para recoger la sangre menstrual —copas menstruales, paños de tela o esponjas marinas—, y así evitar el uso masivo de tampones y compresas, perjudiciales para la salud, caros e insostenibles para el medio ambiente, lo que más me ha llamado la atención es la posibilidad real del sangrado libre. Algo que yo imaginaba que solo era viable en un contexto rural, cuando la sangre riega la pachamama —la madre tierra—, debajo de las polleras y la vida fluye y florece, en una retroalimentación divina de las especies generadoras.
Resulta que sí se puede sangrar libremente llevando una vida urbana moderna solo con algo de entrenamiento
Bueno, que me enrollo; resulta que sí se puede sangrar libremente llevando una vida urbana moderna, solo con algo de entrenamiento y ya muchas mujeres lo practican con éxito. Consiste en sentir tu cuerpo, reconocer como señales determinados movimientos o pulsiones del útero, ser consciente de la musculatura del suelo pélvico (ver una columna anterior) y aprender a sentir la sangre resbalar justo antes de caer, correr al baño y depositarla ahí, sin mancha. No veas el ahorro.
Esto me recordó que mi amiga Nat empezó a enseñarle a cagar en el váter a su bebé a los pocos días de nacido, algo que suele enseñarse a los dos años. En serio, lo ponía sobre la taza cuando veía ciertas señales sospechosas y a veces funcionaba. Luego volvió a los pañales de tela, porque era mucho curro. Pero, como diría Pablo Iglesias, sí se puede.
Me hubiera gustado probar el sangrado libre para contarlo en este artículo pero no me había venido aún la regla. Hace poco me visitó una amiga de Perú —otrora víctima de las compresas-entrecot como yo— y me contó que en las sesiones de ayahuasca a las que suele acudir, una vez se topó con un chamán que le hacía venir la regla solo con su magia en pleno trance. Eso existe. Estoy segura de que si seguimos practicando el sangrado libre muy pronto cada una de nosotras podrá invocar el advenimiento azaroso de su menstruación. Contra las multinacionales del tampón, la magia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.