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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

No se puede ser Che Guevara y madre a la vez

PorAlmudena Díaz Pagés, @Almudipa, politóloga, especialista en Relaciones Internacionales y editora de Género de United Explanations.

Fotograma del documental 'A Syrian Love Story'.

“No se puede ser Che Guevara y madre a la vez”. Esta frase fue la que me cautivó para querer saber más sobreA Syrian Love Story, undocumental íntimo sobre el alto coste humano que implica para millones de familias sirias pedir asilo en Europa. Un testimonio conmovedor y real que, si en cualquier momento sería esencial, hoy por hoy resulta ineludible.

A Syrian Love Storyha sido seleccionado en el festival del #DocsBarcelona, es una obra filmada durante más de 5 años a manos del director Sean McAllister, que nos ofrece una visión íntima y real sobre la vida de una familia siria atrapada en conflictos políticos y personales, desde antes de la primavera árabe hasta nuestros días.

Raghda y Amer se conocen en la cárcel. Tras meses de encarcelamiento, ambos se enamoran y al salir, deciden formar juntos una familia. Años más tarde, ella elabora una novela sobre su experiencia en la cárcel que la lleva de nuevo a prisión dejando atrás a su marido y sus hijos. Amer, responde movilizando protestas en las calles contra Al-Assad para conseguir la liberación de prisioneros políticos, y entre ellos, su esposa. Gracias a ello conoce a MacAllister, el autor del documental, quien absorbido por su relato, decide darle voz a través de su cámara.

El aumento de la tensión en las calles y la presión internacional fuerzan al Gobierno sirio a decretar una amnistía que libera de forma inesperada a cientos de prisioneros activistas, y Raghda vuelve a casa. Aunque no por mucho tiempo. El estallido de la primavera árabe en Siria intensifica la represión del régimen y McAllister es también detenido por las fuerzas de seguridad y encarcelado durante días. Raghda y Amer deciden huir con sus hijos al Líbano.

Las difíciles condiciones a las que se enfrenta la familia en el Líbano y las terribles noticias que llegan desde Siria erosionan la relación de la pareja. Raghda, atormentada por la frustración de no poder ayudar a su pueblo, decide volver a Siria y unirse a la oposición. Amer, hundido por la añoranza de su país y de su mujer, trata de sacar adelante a sus hijos en el Líbano en un contexto de grandes dificultades: sin dinero, sin trabajo, sin familia, sin derechos“Había días en los que Amer ni siquiera podía dar de comer a sus hijos”, nos cuenta el director.

Afortunadamente, Raghda consigue el estatus de refugiada política lo cual permite la reunificación de la familia en Francia. Pero ya no hay vuelta atrás. Amer es incapaz de superar el abandono de su mujer y Raghda, abrumada por tener que elegir entre su familia o luchar por la revolución, atraviesa momentos terribles de depresión en el país galo. "No se puede ser Che Guevara y madre a la vez”, reniega entristecido Amer.

Raghda, que en ningún momento olvida su deber como madre, se traslada a la frontera turca para trabajar como asesora política y cultural de la oposición. No se disculpa por su compromiso con la revolución pues defiende: “que para que algún día sus hijos puedan volver a su país, tiene que seguir luchando por una Siria libre”.

Amer, ya asentado con sus hijos en Francia, celebra que éstos puedan tener un futuro después del calvario atravesado siendo tan sólo unos niños: “un futuro que de ninguna manera habrían tenido en Siria”, enfatiza.

Es precisamente gracias a este hilo argumental, tan íntimo, que McAllister consigue un doble objetivo. Por un lado, acabar con los estereotipos creados alrededor de los refugiados que, si pudieran vivir con seguridad en su país de origen, sin duda lo harían. Y por otro, humanizar el drama de millones de sirios anónimos que pagan un alto costo humano buscando asilo en una Europa que les responde poniéndoles cifras y números, en vez de caras y nombres.

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