Ali en Cuba
El perfil que Gay Talese escribió sobre el boxeador se ha convertido en un clásico
Nadie quería publicar el perfil que Gay Talese hizo de Muhammad Ali durante su visita a Fidel Castro, La Habana. Talese tenía 65 años. En la introducción al artículo que publicó en España Alfaguara (El silencio del héroe),se cuenta: “Su instinto de huir de las noticias, de examinar las vidas de gentes desconocidas, era algo que se consideraba una pintoresca reliquia del pasado. Ahora había que centrarse en los famosos del momento, los hombres que acaparaban las portadas, el último escándalo, el ‘ésta es la historia importante en este momento para tu vida”.
Ali viajó a La Habana en 1996, y Talese con él. Se trataba de un encargo que Nation hizo al periodista; ocurrió que Talese envió un larguísimo texto que empezaba por dos hombres regateando por unos puros y a continuación se dedicó a escudriñar a todos los acompañantes del boxeador. Ningún editor entendió o quiso entender que a las personas se las conoce a través de sus personas más cercanas, y de las relaciones que establecen con ellos. También, como deja claro el perfil, podía conocerse de forma diferente Cuba y la idiosincrasia de su dictador, Fidel Castro, por las conversaciones que él mantenía en las recepciones, incluida la espera de una hora a la que sometió a un gigante afectado por el parkinson; espera que incluía la prohibición de no sentarse.
No lo quiso publicar Nation, ni el Times, ni el Commentary. El texto salió en Esquire, si bien maltratado en las últimas páginas. Al año siguiente ya estaba en las antologías de los mejores textos de no ficción y hoy en día es un clásico: un clásico que devolvió a la vida a Gay Talese, amenazado por el olvido, y devuelve aún ahora el fulgor extraordinario de la vida de Ali. Un hombre que en los noventa ya se comunica mejor por el centelleo de su mirada que por el habla, apenas inexistente, y que tarda 30 segundos en escribir su nombre en un papel.
Ese hombre bajo cuyo carisma muere atrapado Castro acepta una exhibición de boxeo contra dos chavales que de repente olvidan el carácter amistoso de la cita y quieren, 30 años después del reinado de Ali, tumbar al mito. Y allí, sobre el ring, el viejo enfermo que a veces no puede mantenerse en pie comienza a bailar delante de ellos, a dejarse caer sobre las cuerdas como si tuviese delante a Foreman en Zaire; a picar como una abeja, a volar como una mariposa. En medio de ese espectáculo, cuenta Talese, su fotógrafo comenzó a gritar en inglés delante de una multitud asombrada:
—¡Ali es el más grande! ¡Ali es el más grande!
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