El culebrón Habré
La historia se quebró. Un sanguinario dictador de Chad, huido a un exilio de oro en Senegal, morirá contra todo pronóstico en una prisión.
Cumplió perfectamente su papel de sátrapa: asesinó, robó y escapó a un paraíso perfecto donde disfrutar de su botín y lejos del alcance de sus propios actos. Mantuvo el consabido perfil bajo durante décadas. Contempló incrédulo el rumor convertido en clamor de justicia de sus víctimas desde Bélgica, desde la Corte Internacional de Justicia de La Haya, desde el corazón de la Unión Africana. Observó horrorizado el nacimiento de un tribunal solo para juzgar sus crímenes. Asistió a su juicio contra su voluntad y escuchó, casi como experiencia extracorporal, los horrores que infligió.
El veredicto es cadena perpetua y el mensaje es que no existe refugio posible contra violadores de los derechos humanos. Temblad pasados, presentes y aprendices de dictadores, la sombra de la justicia internacional es, como la de los cipreses, cada vez más alargada.— Luis Peraza Parga. Kansas City, Misuri (Estados Unidos).
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