Asociación de contrarios
LA PUBLICIDAD dice que este coche nació en el campo, pero que fue criado en la ciudad. Es un cuento chino, claro, nació en una factoría, como todos, pero es un cuento chino que encaja con su diseño, con sus formas, con su modo de estar. Me impresionó cuando lo vi aparcado en mi calle, un día que regresaba de caminar. Envidié su línea, su figura, sus cromados, su seguridad, su corte, también su paz nerviosa. Venía uno jadeando, sudando a mares por el pequeño esfuerzo de cada día, dirigido a tonificar un poco la musculatura de este cuerpo mortal, y se encontraba con una obra de arte que le traía a la memoria la sentencia de Marinetti según la cual un automóvil es más bello que la Victoria de Samotracia. A cada uno lo suyo, de acuerdo, pero lo cierto es que daban ganas de creerse literalmente el lema de la campaña. No quise ni imaginar lo que sería meterse dentro, dejándose rodear por los cueros de sus asientos a la vez de tomar el volante como el que toma las riendas de su vida. Pocos productos, desde que uno es niño, han provocado tanta fascinación en el hombre común.
Pero lo mejor del anuncio es la bicicleta apoyada en ese par de buzones de correos y cuya sombra parece la de una cabra montesa. Precisamente había en mi juventud una moto llamada así, Montesa. Quizá ya entonces se trataba de asociar los artefactos mecánicos con la naturaleza; de crear en el imaginario un híbrido de carne y metal; de transmitir la idea, en fin, de que se viaja a lomos de un tigre cuando se va dentro de un automóvil. Aunque personalmente, hoy, me subiría a lomos de la cabra.
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